Francisco L. JIMÉNEZ

«Cada día que pasa aumentan las probabilidades de que alguien ordene tirar a la basura el archivo de Ensidesa, cuyos contenidos no son vistos por los actuales responsables de Arcelor precisamente como un tesoro sino como un estorbo». De este modo llama la atención Javier Gancedo, ex responsable del servicio de documentación de la multinacional del acero, sobre el incierto futuro de un legado documental que retrata medio siglo de historia siderúrgica. Probablemente, uno de los archivos de empresa más valioso de los que se conservan en España. Así sea porque explica un fenómeno irrepetible: la puesta en marcha de una industria que transformó a una región entera y movilizó a miles de personas en toda España.

La alarma de Gancedo, al que secundan más personas interesadas por el patrimonio industrial y la conservación de la huella siderúrgica, tiene que ver con el hecho de que ha transcurrido más de un año desde que la Consejería de Cultura anunció su intención de trasladar el material al Archivo Histórico de Asturias, instalación de reciente apertura en la vieja Cárcel de Oviedo, y apenas se ha depositado en lugar seguro el 5 por ciento del contenido del archivo.

Esta situación intranquiliza a quienes vivieron en el pasado experiencias tan inexplicables como la quema en el foso de la escoria de la factoría de Gijón parte de los archivos de Uninsa, o recibido órdenes taxativas -ignoradas las más de las veces- para deshacerse de «esas montañas de papel que no valen para nada», en alusión a libros de actas, fichas de producción o cualquier otro documento relativo a la actividad de la fábrica.

Javier Gancedo, que ya ha finalizado su periplo laboral como jefe de documentación de Arcelor, avisa de que «tal y como están las cosas en la empresa, y a la vista de que nadie se interesa por llevarse el archivo, cualquier día pueda ocurrir que alguien dé la orden de llamar a Cogersa, cargar un par de camiones y deshacerse de todo los papeles». La empresa, de hecho, había dado un ultimatum en su día para que las instituciones interesadas se hicieran cargo del archivo. Tal plazo expiró a comienzos de este año y en ese tiempo sólo se trasladó a Oviedo el contenido de la oficina sita en la plaza Mayor de Llaranes y al pabellón de exposiciones de La Magdalena un lote de maquetas que quedaron bajo la custodia del Ayuntamiento de Avilés. Otras maquetas se encuentran en una tienda gijonesa para su reparación y alguna más aún no ha salido de las instalaciones de Arcelor.

El resto del archivo de Ensidesa continúa desperdigado por los sitios más inverosímiles: el centro de documentación de la avenida de Gijón, el sótano del laboratorio de de Avilés, una subestación eléctrica fuera de uso próxima a Trasona, las soficinas centrales, algunos locales de la factoría de Gijón... Dado este desbarajuste es imposible precisar cuántos documentos y objetos componen el archivo, así como qué merece la pena realmente ser salvado. Gancedo estima que, a falta de un inventario exhaustivo del archivo, el mismo está compuesto por «papel» suficiente como para llenar, debidamente guardado en carpetas, unos dos kilómetros de estanterías. La inmensa mayoría de ese material se halla literalmente apilado sin orden ni concierto en cada una de las dependencias antes citadas, en dudosas condiciones de conservación y expuesto a todo tipo de daños.

Los planos originales de la factoría siderúrgica y de sus más destacados edificios, los planos de diversas obras de asistencia a proyectos para fomentar la construcción con acero -lo cual es tanto como decir la semilla de la arquitectura modular en España-, los libros de matrícula que dejan constancia de los miles de trabajadores que pasaron por la fábrica, el archivo fotográfico de Armán (1.500 fotografías en papel y 2.000 tomas en negativo aún sin positivar), revistas y libros sobre siderurgia, una extensa filmografía condensada en 54 DVD (aparte las películas originales en sus correspondientes latas), las actas de los consejos de administración, las memorias económicas de la empresa...

Aparte del material en papel, el archivo también se nutre de piezas singulares relacionadas con la siderurgia: maquetas, mecanismos, trofeos, placas conmemorativas, ordenadores de época, piezas procedentes de ensayos... Todo esto y un sinfín de objetos más es lo que contiene el archivo histórico de Ensidesa, enriquecido durante los últimos sesenta años y ahora tan pendiente de que se aclare su futuro como hace año y medio, cuando se dispararon las primeras alarmas sobre su conservación.