Desde hace varios años conservo un documento muy curioso que relata unos extraños sucesos acaecidos en la parroquia de Nembro. Está fechado en el termino de Bustio el día 2 de marzo de 1642, y relata como el juez del concejo Antonio Fernández de la Vega Valdés volvía de escuchar misa en la parroquia de Cardo, en compañía del alcalde Juan Coruxedo, Domingo Fernández de la Vega y otras personas más. Cuando se encontraban a la altura del referido lugar de Bustio, escucharon mucho bullicio y movimientos de árboles a la altura de unas rocas que se denominan El Cuerno. El juez ordeno que entraran al bosque con los dos perros que llevaban, pensando se trataba de alguna bestia como lobo o jabalí. La sorpresa fue enorme cuando en el interior de la maleza, en un pequeño claro donde había unas rocas se encontraron con un montón de ropa blanca, colchones, mantas camisas, manteles y paños, y ninguna persona que diera cuenta de lo que estaba ocurriendo. El juez determino entonces que se hiciese un inventario de toda aquella ropa y posteriormente se condujera en un carro para quedar depositada en casa de Roque García del Busto. La ocasión era tan extraordinaria que se hizo un exhaustivo inventario que hoy nos aporta numeroso datos interesantes y prometedores.

Parecía tratarse del ajuar de una novia, pues se inventariaron colchones, camisas, faldas, paños, almohadas, sábanas y manteles. Aunque no eran de una novia cualquiera pues la calidad de la prendas las relacionaba con alguna persona de alta disposición económica. Puntualmente se describe el material con que estaban confeccionadas, así cerro que es lino o cáñamo rastrillado y limpio; tupido que se refiere a tejidos espesos; paño de Ruan, lienzo muy fino y especialmente apreciado; o holandas que era un tela fina de algodón procedente de aquel país. También se anotan detalles de sus hechuras, como los puños de lechuguilla en varias camisas, que era una guarnición imitando hojas de lechuga que se almidonaban y estuvieron de moda en los siglos XVI y XVII; los labrados con caparrosa, que nos están indicando que eran telas teñidas en color verde; se anotan la presencia de adornos con randas, modalidad de encajes de aguja o de bolillos; y pasamanerías a punto de cadeneta. Además se consignan dos manteles a limonisco, que eran tejidos de lino especialmente concebidos para manteles con diseños en formas romboidales. Sin duda la dueña era de alta posición económica y social, y las ropas que nos describen sorprenden para un personajes de este municipio, pues doscientos años mas tarde, los inventarios de gente adinerada del municipio revelan una realidad material mucho mas pobre y sencilla. Por cierto el misterio no se aclara, porque no figura resolución alguna en los cuatro folios conservados.

El documento aun aporta mas datos, pero tiempo habrá para dar cuenta de ellos y lugar mas adecuado, por lo extenso. Para el final he guardado un dato revelador y alentador. En uno de los puntos del inventario, anota el escribano, «Ítem mas se hallo un paño de Ruan con puntas de caparrosa y alrededor labrado de rede». Y dice María Ángeles González Mena, en su vocabulario del catalogo de la colección de la Universidad Complutense, para la voz rede: «Tejido compuesto de mallas romboidales o cuadradas, hechas de lino o algodón. Labor o tejido de mallas. Encaje». Aportación esta muy interesante para quienes continúan defendiendo a ultranza, y sin mas investigación de por medio, que las mallas aparecen en Luanco solo y exclusivamente a partir de 1870 con la Fundación Pola. Dado que nunca se ha pretendido afirmar que las mallas nacieron en Luanco, al menos este dato debe hacernos recapacitar. Es cierto que aquel mantel es mas factible que fuera importado, pero, quien puede negar que a través de la presencia de estas labores no se produce el intento de imitación. Un mantel del ajuar de un personaje relacionado con la nobleza local, adornado con redes, tan similares a las que se utilizaban para pescar, puede ser un camino.

Para sorpresa de quienes redactaron el texto sobre malla para el Día de la Mujer Trabajadora, 2010, editado por el Ayuntamiento de Gozón, todo ello esta contenido en un documento de simple papel que tiene trescientos sesenta y ocho años. Es decir casi cien años mas que la Casa de la Pola, que era la referencia cronológica utilizada en aquel opúsculo para negar la viabilidad de las mallas del siglo XVII de la Escuela de Luanco, catalogadas por la mas reconocida experta de nuestro país, María Ángeles González Mena.

Sin duda unadato para pensar con tranquilidad, y para hacer reflexionar a nuestro municipio y sus regidores sobre la conveniencia de favorecer la conservación digna de la técnica de su elaboración, su buen nombre, y recoger materiales que aún podamos para su historia, antes de que el tiempo y la dejadez acaben con ellos.

Benditas sean iniciativas como las del Museo Marítimo en torno a la malla, en el año de 2008. Amen.