Saúl FERNÁNDEZ

El fantasma del palacio Balsera se mudó hace casi treinta años. Lo saben bien los actuales inquilinos del palacio (estudiantes y profesores de música). No está, porque, tras la venta del edificio al Ayuntamiento de Avilés (1982), se le convocó a una reunión en el más acá con una sola propuesta: el palacio iba a dejar de ser una casa familiar, se iba a convertir en el Conservatorio. El fantasma, que se llamaba Walter -se desconoce el apellido-, debía dejarse de burlas y pasarse al otro lado. Desde hace décadas no se tiene noticias del ectoplasma. La entidad ya no ulula por los pasillos del centro escolar.

La leyenda avilesina cuenta que en los años de la Guerra Civil un fantasama se instaló en la casa de Victorino Fernández Balsera. Los descendientes del industrial avilesino -que residían en el palacio- declararon en innumerables ocasiones que habían tenido experiencias con la entidad fantasmal, un espíritu burlón. Tiraba cuadros, abría las manillas de las puertas y, de gustos melómanos, en ocasiones hacía sonar el piano. Recientemente, investigadores paranormales han grabado psicofonías en el Conservartorio. ¿Ha vuelto el ectoplasma? Todo indica que no, pese a ello, el programa «Cuarto Milenio», de la Cuatro, se hizo eco de la leyenda en el programa del domingo pasado.

La familia Balsera-Sendón siempre habló de un aviador inglés o irlandés que habría caído en los montes de Miranda durante el último conflicto civil. Este aviador, si se presta atención a la leyenda, vagó por Avilés hasta instalarse en el palacio de Fernández Balsera, un edificio señorial construido hacia 1915 (la cristalera, de la empresa Claus y cia, está fechada en 1917) en la subida al barrio del Carbayedo. La casa -el actual Conservatorio- contaba con unos jardines monumentales que llegaban a la calle de Cabruñana. En medio de esos jardines había, incluso, una piscina.

La historia de Walter, el aviador, guarda relación con un hecho sucedido por la misma época (la Guerra Civil), también en Miranda. Jóvenes que se estaban bañando en la Peñalosa observaron un avión que volaba de forma sorprendente. Terminó estrellándose en un bosque cercano al actual hipódromo del Forcón, en el concejo de Castrillón. Según testimonios recogidos en el lugar de La Raza, al aviador le dio tiempo a saltar en paracaídas. Según un relato popular, el aviador no era inglés, ni irlandés. Era ruso. Había salido del aeródromo de Carreño.

La historia del fantasma del palacio de Balsera fue recogida por José María Martínez, director del Conservatorio. En el programa de televisión recuerda que él, Ana del Puente y el exconcejal de Cultura, José Martínez, grabaron psicofonías en el centro. La costumbre del fantasma era manifestarse hacia las dos y veinte de las madrugadas. A esa hora, precisamente, hicieron la grabación. En el relato Martínez recuerda que Ana del Puente contaba con una calculadora que había memorizado una serie de melodías. Dijo que esa calculadora no funcionaba. «Al salir de la habitación la calculadora empezó a funcionar», comentó Martínez. Elena Sendón, la nieta de Balsera, escuchó el resultado de la grabación e identificó al fantasma Walter.

Alumnos del Conservatorio consultados por este periódico se soprendieron ante el relato del ectoplasma. «Nunca había escuchado tal cosa», comentó uno de los exinquilinos del edificio. De la misma opinión fue, según recordó Martínez, Antonio López, yerno del industrial Fernández Balsera. «Mi mujer y mi hija me hablaron siempre del fantasma, pero yo nunca sentí nada», asegura Martínez que le dijo López.

Pero parece que la criatura regresa del más allá y lo hace ahora como una sombra en una grabación videográfica realizada para el programa televisivo. ¿Walter? ¿El piloto ruso? ¿Un efecto casual? Lo cierto es que en los últimos treinta años, el fantasma ni está ni se le espera.