La Consejería de Medio Ambiente ha indicado que a veces los avilesinos avisan de vertidos en la ría y cuando llegan los agentes del Seprona apenas queda ya nada. Supongo que esa reflexión vendrá a indicar que hay que buscar fórmulas más eficaces para que las autoridades constaten los atentados ambientales contra la ría, y que tal afirmación no querrá decir que los avilesinos deberían denunciar menos. Es razonable y justificado el celo de algunos colectivos ante los vertidos de la ría. Y es encomiable que cada incidente, por mínimo que sea, resulte denunciado. Lo que es más preocupante es que muchos de esos sucesos acaben en un archivo sin solución y que no haya sanciones para los culpables. Avilés ha sufrido durante décadas el calvario de vivir junto a una ría infecta convertida en una ciénaga. Justo es que ahora que el estuario comienza a integrarse en el futuro de la ciudad los avilesinos lo defiendan a capa y espada. Han sido necesarios muchos años y mucho dinero. Por eso, todo mimo es poco.