Interesante y previsora parece la intención del Ayuntamiento de Gozón de intentar preservar de usos indebidos determinados nombre que identifican al territorio de este municipio, como el caso de Cabo de Peñas, como hace pocas fechas informaba este diario. De todas formas creo que estas sanas intenciones deben convertirse en papeles contantes y sonantes, dado el mundo en que vivimos y las experiencias que vamos teniendo al respecto. Hay un mundo de topónimos, patrimonio gastronomito, artes populares, patrimonio inmaterial, costumbres y localismos, que identifican a Luanco y Gozón, que debieran ser estudiados pormenorizadamente, para evitar mas controversias desagradables, engorrosas, y muy caras. En este sentido y sin salirnos de este mundo de las marcas y de los registros, hay un leve rumor de fondo que presagia y huele a resaca, de esas que terminan por destrozar hasta los nudos mas firmes, como los que se utilizan para la malla.

Y como he llegado a la malla, y dadas las repercusiones indigestas para algunos, del inventario publicado de 1642 en el que se hacía una firme alusión a su existencia hace trescientos cincuenta y ocho años, me gustaría darle alguna vuelta mas al dichoso nudo gordiano. Cuestión aparte las diligencias que parece que desde nuestro Consistorio, el de Gozón, se realizan o se han hecho, sobre la famosa patente, registro de marca, o lo que sea, donde creo que esta el origen de esta galerna.

La ignorancia es una condición humana perfectamente superable, como sabemos quienes la padecemos. La necedad tiene necesariamente un diagnóstico menos halagüeño, porque suele ser condición difícilmente superable, sino se tiene un esmerado y desarrollado sentido crítico. Aunque nos quieran hacer creer que la humanidad avanza a puro golpe estadístico, hay otros factores determinantes en los logros científicos, técnicos o del pensamiento, que pasan necesariamente por el estudio, la investigación, y en los que el azar puede premiar a quienes día a día cortejan con él. Desde luego es uno de los factores plausibles de cualquier investigación o trabajo, porque el dato, el descubrimiento científico o humanista no te llega al buzón de casa con el remite de un desconocido donante.

Pues bien, para dar luz a una controversia por todos conocida y que hoy esta pendiente de solución legal, voy a hacer tres regalos. Es obvio que habrán de servir para regocijo de unos, y tambien para incomodar las bilis de otros. Regalos, porque me costaron horas de trabajo, trabajo por el que no cobro nunca nada. La satisfacción en este caso me basta. En el Archivo Histórico de Asturias he localizado tres nuevos documentos que sin duda solventarán muchas dudas sobre la tan traída y llevada controversia sobre nuestra malla, las que se hacen en Luanco.

En abril de 1842 ante el escribano José González Pola (Caja 712, Protocolos Gozón) se procede a inventariar los bienes de Jerónima González Llanos que hacía poco tiempo que había fallecido. La lista de bienes es interminable, porque era una persona de cierta posición económica y en estos documentos se tomaba nota exhaustiva. Así plata, joyas, muebles, vajillas?todo el ajuar de la casa, que en este momento no podemos detallar. Una parte importante de estas herencias era la ropa de uso personal y la de casa. Son productos muy caros e incluso se valoraban en relación con su estado de conservación y uso. A la hora de describir la ropa de la difunta dice: «dos faldones guarnecidos con malla y otro de muselina festonada»; «almohadas de lencería guarnecidas de malla». Unos meses después, en agosto del mismo año, fallece el sargento Juan Cadenas (igual escribano y caja) y al no tener hijos, su viuda Ramona García Ovies debe someter su casa a un inventario de este tipo. Nuevamente en el capítulo del ajuar, que la mujer habrá aportado al matrimonio, se dice: «dos sabanas guarnecidas con malla», «otra sabana también guarnecida con malla», «seis almohadas con guarnición de malla». Y por último tenemos el testimonio en el testamento de Gertrudis Miranda Peláez (Notario Evaristo de Prendes, caja 16.629), viuda del teniente coronel de infantería Manuel Gordillo Marquez. Gertrudis fallece con 78 años, había tenido una tienda dedicada a la venta de tejidos, y deja 5 hijos, Pedro, y cuatro hijas María Jesús, Ruperto, Gertrudis y Manuela. Una de las mandas testamentarias dice que sus referidas hijas «se han ocupado por espacio de algún tiempo y en horas de descanso a las labores de malla?», que habían llegado a producirles la cantidad de dos mil pesetas, y es su voluntad se les reconozca esa mejora debida a su laboriosidad y constantes privaciones». Para contextualizar la cantidad, en estos años se compraba una casa en la calle de La Riba o La Concepción por cantidades que oscilaban entre las 600 y 1500 pesetas.

Queda por tanto poca esperanza para la interpretación, los datos son irrompibles, y por más que se les maree, no van a decir otra cosa. Soy consciente que con su publicación, pueden aparecer nuevos pasquines adornando mi figura, y me expongo a recibir nuevos anónimos laudatorios. Pero a uno le llega una edad en la que su espalda puede absolutamente con todo. Además, aunque parezca lo contrario, yo continúo creyendo en la bonanza de La Navidad.