Otra vez vuelve esta ya ex militante a retomar el asunto Cascos. Lo hace en razón de su inviolable libertad y lo explicita en esta tribuna de papel por justicia y dignidad, que son principios básicos y el único patrimonio personal y moral que no nos puede quitar el partido. Una familia política que se dice abierta, interclasista y popular no debe tapar la boca a sus militantes, despreciar sus opiniones, cerrar el debate interno y desoír la voz de la calle. La democracia y los grupos en que ésta se articula dejarían de tener sentido si niegan sus señas de identidad, sus principios fundacionales, si no se acuerdan opiniones y decisiones y encauzan discrepancias. Si se anula, en fin, la participación, el debate, la confrontación de ideas; si los candidatos y los programas se imponen, estaremos entonces en otra cosa, en el ejercicio del poder como un fin en sí mismo. Es decir, en el gobierno del aparato, por el aparato y para el aparato donde lo importante es el apparatchik, la nomenklatura, no la periferia, no los ciudadanos. Y si en algo se fundamenta la democracia es, sobre todo, en la voluntad popular, el igualitarismo, la participación, la síntesis de ideas y el flujo permanente desde las bases hasta los elegidos para recoger y trasladar esas demandas.

A Cascos se le ha ninguneado y desautorizado y, luego, despreciado, insultado y puesto a las puertas de la calle, que él obligadamente ha tomado. No se ha ido, lo han echado. Sin posibilidades de defensa.

Intentando un cortafuegos, con la pretensión de cerrar a toda costa su trayectoria. A él, que junto a Aznar y Rato es el mejor patrimonio del PP, su histórico secretario general, vicepresidente de la época más brillante de la democracia y la economía de este país. El gran ministro de Fomento que sembró España de inversiones y obras públicas, las que va inaugurando y de las que va presumiendo ahora el ministro Blanco.

El colmo de la necedad y la estulticia fue calificar a Cascos de sexagenario y otras lindezas y negarle además los méritos y el currículo. Y acertó el ya ex militante del PP dando una soberana lección al oficialismo instalado al no revolverse ni contestar a los insultos. Por toda respuesta ha dicho que su único interés son Asturias y sus paisanos. Lo que viene siendo el clamor popular y las encuestas.

En definitiva, y al margen de otras reflexiones, lo que está fuera de dudas es que en Asturias necesitamos un gestor, un ejecutivo de talento acreditado. Ya hemos dicho en su momento que el personal está harto del talante, la vacuidad y la nada. Precisamos una profunda regeneración y, por ello, no podemos ignorar la demoscopia ni los votos. Ni perder otra legislatura rascándonos el ombligo en el escaño. Si finalmente se decide a patronear el Foro Asturias, habremos salido ganando todos.