Alba D. COSGAYA

El éxito en el mundo en que vivimos pasa por comprender la importancia de la tecnología y la globalización. Así se presenta el curso de verano «Conocimiento para ir por delante», que comenzó ayer en el Centro de Servicios Universitarios de Avilés. Durante cuatro días, los alumnos estudiarán el desarrollo de la sociedad hasta llegar a la actual sociedad de la información y cómo utilizar las nuevas tecnologías de una manera competitiva.

La clase de ayer, sin embargo, se centró más en los aspectos filosóficos de la evolución social. «¿Nos volvemos más tontos o esclavos de la tecnología?», fue la pregunta que lanzó Eva Álvarez, profesora de la Universidad de Oviedo y encargada de impartir la clase «Homo sapiens sapiens, hacia la sociedad del conocimiento». Los asistentes compararon el momento en que los primeros homínidos bajaron de los árboles y se cohesionaron socialmente con la revolución cognitiva de los medios de masas y la velocidad a la que se transmite la información.

Los estudios antropológicos han demostrado que el «Homo sapiens» no era el único ser capaz de gestionar conocimiento -los chimpancés también pueden-, pero sí son los únicos que poseen inteligencia. En la clase de ayer, los alumnos entendieron que la inteligencia es la capacidad para crear respuestas nuevas que no se encuentran en el código filogenético: el conocimiento heredado entre los miembros de una especie. Y, cómo explicó ayer Eva Álvarez, la manera de aprender nuevas respuestas del ser humano es por imitación.

La clase concienció a los alumnos de la importancia del lenguaje, tanto hablado como gestual, para comunicar y aprender. Según los expertos, el habla va asociada al razonamiento, el conocimiento y la inteligencia emocional, y existen ciertos períodos críticos para adquirir estas capacidades: la privación de interacción comunicativa a un individuo hasta los 6 años supondría que nunca aprendería a hablar.

Durante la clase, Eva Álvarez comparó este supuesto científico con el caso de muchos jóvenes que a día de hoy se aíslan en sus casas y sólo mantienen relaciones virtuales, volviendo a la pregunta que lanzaba a sus alumnos sobre si la sociedad evoluciona o involuciona según se desarrolla más y más la tecnología. «El aislamiento de estos jóvenes deriva», explicó, «en deterioros cognitivos en el habla y la inteligencia social», como han demostrado estudios que se están llevando a cabo en la Universidad de Harvard. Álvarez comparó esto con «comprar papeletas para sufrir una demencia senil a los 40 años».

«La tecnología, que nos hizo más inteligentes al aumentar nuestras conexiones neuronales y que nos ayudó a sobrevivir, podría ser ahora un peligro», subrayó Álvarez. «Existe el riesgo de caer en el sonambulismo tecnológico», añadió. El sonambulismo tecnológico es la tendencia social a entender la tecnología como un fin y no como un medio. Los alumnos debatieron sobre la pregunta de su profesora, que afirmaba que la sociedad ha olvidado qué hacía antes de la revolución tecnológica. «¿Seríamos capaces ahora de sobrevivir en la sabana?», preguntó a la clase. «¿Sabríamos cómo hacer fuego?», cuestionó.

La respuesta de los alumnos fue variada. Unos afirmaban que la tecnología no está tan extendida, ya que existen tribus enteras sin contacto con la civilización. Otros creían que aun sin la tecnología la especie humana podría sobrevivir de todas formas. Aunque ninguno pudo dar con una respuesta adecuada cuando la profesora Álvarez planteó la cuestión de qué sucedería si se produjese un fallo a nivel global en los ordenadores de todo el mundo. Pese a todo, la razón del proceso evolutivo es la tendencia neofílica del «Homo sapiens». «Nos gusta lo nuevo, enfrentarnos a desafíos, se trata de un proceso determinante en nuestra humanización», concluyó. Por eso, desde su punto de vista, es importante descartar aquellas actitudes que repudian los avances tecnológicos al considerarlos negativos.