Luanco (Gozón), Saúl FERNÁNDEZ

Todos los veranos Manolo Díaz (Oviedo, 1941) regresa a Luanco. Nacho Artime (Luanco, 1940) va y viene a lo largo de todo el año. Manolo Díaz vive en Madrid y también en Miami (Estados Unidos). Cuando vuelve a Gozón lo hace para descansar. Así siempre, desde niño, cuando las vacaciones duraban tres meses y «no tenía deberes», confiesa. Artime hace años que se estableció en Madrid, donde profesa asturianía radical. Los dos son viejos conocidos, a los dos les unió la música. Manolo Díaz fue guitarrista de «Los Sonor's», letrista de «Los Bravos» y, más adelante, alto ejecutivo de multinacionales tan preclaras como CBS Records, Sony Europa, Polygram, Universal Music... Nacho Artime, por su parte, se empeñó en ser periodista. Coordinó «El Gran Musical», el programa pionero de Radio Madrid que gestó los 40 Principales y, ya como productor, fue uno de los responsables de la transformación de la Gran Vía en un Broadway de musical. Los dos asturianos se subieron muy pronto a la ola más moderna: Artime vivió los años sesenta en Londres, Díaz recorrió España como una estrella, pero cogió los bártulos y se marchó a Liberia a trabajar en la construcción de una puerto y una vía férrea. Era ingeniero. Artime también estudió ingeniería, pero muy pronto desertó. Prefirió dedicarse a las noticias. Ahora Manolo Díaz preside el Centro Niemeyer y Nacho Artime triunfa en el teatro (en unos días «Shirley Valentine», su último espectáculo, se representará en el teatro Filarmónica de Oviedo). LA NUEVA ESPAÑA ha reunido a Díaz y a Artime alrededor de un café y un vino, en el bar 8 Villas, en la nueva «milla de oro» de Luanco, la que se asoma a la playa de La Ribera.

-Se conocieron en Radio Madrid, ¿No es eso?

NACHO ARTIME.-No, nos conocimos aquí, en Luanco.

MANOLO DÍAZ.-Sí, nos conocimos en Luanco y luego en Madrid tuvimos una relación más profesional. Nacho, tú estabas trabajando en «El Gran Musical»...

NACHO ARTIME.-Sí, en la radio.

MANOLO DÍAZ.-Yo estaba escribiendo canciones para «Los Bravos», luego empecé a cantar también yo solo y luego hice lo de «Aguaviva». La SER era...

NACHO ARTIME.-...Creó un sello discográfico...

-¿Cómo se llamaba?

MANOLO DÍAZ.-Acción. Lo dirigí artísticamente durante algún tiempo. La SER era, realmente, el centro de toda la música joven que había en España. Mucho más de lo que es hoy día. Hoy, por ejemplo, tiene una audiencia tremenda, pero en el fondo es una audiencia más generalizada. Lo que hacían los jóvenes era lo que sonaba en la SER...

NACHO ARTIME.-Lo que hicimos fue canalizar todo aquel río de música que desbordaba. Gracias a Tomás Martín Blanco.

MANOLO DÍAZ.-Tomás Martín Blanco, sí señor.

NACHO ARTIME.-Tuvo una visión fantástica siguiendo las pautas de las radios americanas y de las inglesas, que empezaban con el pop. Yo llegué a la radio en 1964. Venía de Londres, que era otro mundo. No tenía nada que ver con lo que pasaba allá con lo que sucedía aquí.

MANOLO DÍAZ.-No tenía nada que ver. Estábamos muy atrasados.

NACHO ARTIME.-Y tanto. Yo vine con un disco de Bob Dylan debajo del brazo y nadie sabía quién era. Todavía.

-Leí que usted (Manolo Díaz) se trajo discos de sus viajes por el extranjero.

MANOLO DÍAZ.-No fue exactamente así. Mi espionaje sobre lo que estaba pasando en el mundo de la música -sobre todo, en los Estados Unidos- vino de que tenía una amiga cuyo padre era piloto de Iberia. Volaba a Nueva York periódicamente. Yo le pedí que me trajera el «top ten» de los «singles» que sonaban en las radios. Eran las diez canciones que funcionaban en el momento en los Estados Unidos. Eso me ayudó muchísimo a ponerme al día. En aquel momento muy poca gente en España tenía esa información.

NACHO ARTIME.-Y así te adelantabas a lo que se hacía aquí.

-¿Y cómo llegaba la música a las emisoras de radio?

NACHO ARTIME.-Yo empecé a trabajar en la radio como periodista, periodista. Venía a Londres. Me encantaba la música.

MANOLO DÍAZ.-Sí que te gustaba.

NACHO ARTIME.-Pasé allí tres años, de 1962 al 1965. Volvía a Pamplona a estudiar seis meses, pero yo me quería quedar a vivir en Londres, descubrir completamente aquella movida que era tan interesante que era el «Swinning London». Acabé la carrera siendo el número 1. Manuel Martín Ferrand, que fue amigo tuyo, ¿no?..

MANOLO DÍAZ.-Sí, sí.

NACHO ARTIME.-Pues era profesor de Radio y Televisión en Pamplona. Yo sabía inglés...

MANOLO DÍAZ.-Aquello era único...

NACHO ARTIME.-Todavía casi somos únicos, Manolo. (Risas) Compáralo con los políticos, pero es que todavía no saben ninguno.

MANOLO DÍAZ.-Era como saber manejar un satélite. Algo imposible.

-O sea, ustedes eran unos modernos.

NACHO ARTIME.-Me incorporé el 1 de septiembre después de haber terminado la carrera. Manolo Martín Ferrand me ofreció ir con él, coordinar un programa de televisión y entrar en Radio Madrid. Yo no quería ir a Madrid, yo quería seguir por ahí porque yo era Hemingway; encima, estudiando en Pamplona. Yo quería haber ido a París, a los Estados Unidos. Pero, chico, aquella ofera era irresistible: trabajar en la primera emisora del país. Así fue como llegué con el disco ese de «The Freewheelin' Bob Dylan». Les dije que era un bombazo en el mundo entero. Y ellos dijeron: «¿Quién es ése?» Quedé de piedra. Me parecía tan evidente...

-¿Cómo estaba España musicalmente hablando?

MANOLO DÍAZ.-Muy aislada, muy aislada. Había una cierta influencia de Francia y tal vez de Italia. Los éxitos franceses e italianos hubo una época que pegaron aquí fuertemente: Adamo, por ejemplo. Alain Barriere... De los italianos, «Tony Dallara e Il suo complesso»; aquello de «Come prima»... En el fondo, eran canciones ya influidas por los Estados Unidos. Yo tenía mucha información de Francia, yo fui un poquitín afrancesado en mi infancia. Teníamos los Pirineos, que eran una muralla. Pensábamos que más allá todo el mundo iba en pelota, pero no nos dejaban salir. Se vivía con una frustracción tremenda. Francia me atrajo siempre. Cuando quieres hacer música y estar al día, ya lo dije antes, Estados Unidos era fundamental. Estoy hablando de antes de la explosión inglesa: los años 50. Yo ya tocaba la guitarra eléctrica en el año 1958, cuando no había guitarras de ese tipo aquí. La mía me la hizo un tipo que se llamaba Máximo Baratas, que tenía una tienda por ahí, por Leganitos. ¿Te acuerdas? Era ciego. Me la hicieron con forma de ancla. Con «Los Sonor» grabé con la RCA en el año 1961.

-Antes que «Los Beatles».

MANOLO DÍAZ.-Ellos grabaron en el año 1962. «Los Sonor's» era un grupo que hacía un poco lo que los «Beatles». Tocábamos los cuatro y hacíamos armonía de voces los cuatro. Terníamos un cantante que se llamaba Manolo Escobar, pero que no era el famoso Manolo Escobar. Cantaba muy parecido a Tony Dallara.

NACHO ARTIME.-En España, mientras tanto, seguíamos grabando coplas.

-Imagino que sería difícil decir aquello de mamá, quiero ser artista.

MANOLO DÍAZ.-Yo tuve suerte con mis padres. Fueron bastante persmisivos con mis veleidades musicales, aunque, no veas la cantidad de cruces que se debieron hacer... Mi madre era profesora de piano y mi padre era un músico frustrado; tocaba muy bien varios instrumentos... Pero, en el fondo, que te dediques a esto profesionalmente, les parecía... De hecho, yo me marché a Liberia, en África Occidental, como topógrafo para demostrarles a ellos que yo no era un vago.

NACHO ARTIME.-Ya te conté lo que me dijo mi madre cuando le conté que quería dedicarme al periodismo. Empecé a estudiar Ingeniería, pero no me gustaba nada. Empecé a trabajar en LA NUEVA ESPAÑA y supe que quería dedicarme a esto. Mi madre me dijo: «¿Periodismo? ¡Bandolerismo! Vas a ser un bandolero toda tu vida».

-La música había que hacerla en Madrid.

MANOLO DÍAZ.-También en Barcelona. Allí hacían más lo de los «covers». «Los Sirex», «Los Mustangs»... Mi teoría es que el rock empieza en Madrid con «Los Estudiantes». Son como el Chuck Berry de la música actual. Hacían «covers». Sonaban fantásticamente... Yo he de confesar que me animé a entrar en la música gracias a «Los Estudiantes». Yo era un gran admirador de Arbex. Lo conocía desde que tenía seis o siete años. Era muy cosmopolita, tenía sus defectos... Le llamábamos el marqués de Bradomín. Era de la aristocracia venida a menos. «Los Brincos» es un grupo prácticamente de él, junto con Juan Pardo, pero él le puso alma. Hizo aquello de «Súper, Superman». Fue el creador del pop en España.

-¿Cuándo empieza a escribir para «Los Bravos»?

MANOLO DÍAZ.-Yo estaba, como sabe, en «Los Sonor». Me marcho a Liberia a trabajar. Entonces entró a sustituirme Tony Martínez, que luego iría a «Los Bravos». «Los Sonor» se van un verano a Mallorca a actuar en una sala que se llamaba «Titos» y allí coinciden con el grupo de Mike Kennedy, «Los Runaways». Los dos grupos actúan uno detrás de otro. Están fijos allí. Al final del verano los dos grupos se deshacen. Llegan a Madrid, llega Manolo, el que tocaba el piano en «Los Sonor's». Me dicen: «Ayúdanos tú, que este alemán parece que canta muy bien, pero es un cleptómano... Nos parece un riesgo tremendo hacer un grupo con él. ¿por qué no vienes a vernos y nos aconsejas?» Montaron un concierto en el paseo de las Delicias, en Madrid. Fui a verlos y les dije: «Tenéis que aguantar al cleptómano, que robe». Mike Kennedy era perfecto. Les convenzo para que hagan el grupo y me voy a ver a Alan Milhaud, que era un productor francés recién llegado a España, pero que venía más bien despistado. Era muy cosmopolita, pero muy audaz. Montamos un concierto y me llevo a Milhaud y le convenzo para que hagamos algo con el grupo. La fusión de «Los Sonor's» y «Los Runaways» se llamaban todavía «Los Sonor's». Así fue como empecé a escribir para ellos. No quería estar en el grupo.

-Una curiosidad, con este lío en la Sociedad de Autores...

MANOLO DÍAZ.-Mis derechos de autor fueron reducidos sustancialmente para que pudiera sonar «Black is black». Lo negociaron Milhaud con Radio Carolina, la del barco. Los derechos de los autores son muy importantes, no conviene pisotearlos. Somos un país civilizado. Como el derecho de autor no es tangible es difícil de comprender.

-¿Qué le espera a la industria discográfica?

MANOLO DÍAZ.-La industria discográfica ya no tiene dinero

NACHO ARTIME.-Y movió millones y millones. Las cosas cambiaron muchísimo.

-Bueno, ¿qué tal lleva su nuevo empleo como presidente del Niemeyer?

MANOLO DÍAZ.-Es un desafío grandísimo, pero es muy guapo. No es un trabajo ejecutivo ni tampoco remunerado, que quede claro. Es un proyecto fascinante, lógicamente complicado. Hay muchísimas cosas que pasan en Asturias. Mi obsesión es llevar al Centro Niemeyer a la autosuficiencia.

NACHO ARTIME.-Cuando llegué a la radio me metieron en los servicios informativos. Nació «Hora 25», que todavía sigue, con Martín Ferrand. Luego venía José María García. Yo era coordinador del programa. De ese y de uno de la televisión: «Últimas noticias», el primer informativo de la segunda cadena. Parece que estamos hablando de hace mil años, pero es 1965. Lo que hizo Tomás Martín Blanco fue organizar toda la música. Creó un periódico que se llamaba «El Gran Musical»...

MANOLO DÍAZ.-...Que lo dirigía Carlos Álvarez-Novoa.

NACHO ARTIME.-Yo fui director.

MANOLO DÍAZ.-¿Él no lo fue también?

NACHO ARTIME.- Un tiempo, sí.

MANOLO DÍAZ.-¿Qué fue de él?

NACHO ARTIME.-Es actor. Estuvo en «Solas» y ahora acaba de estrenar su versión de «El delincuente honrado», de Jovellanos.

-En un momento dado hay que dejar de hacer «covers» y ponerse a escribir.

MANOLO DÍAZ.-Y entonces es cuando nacen «Los Brincos» y «Los Bravos».

NACHO ARTIME.-Y la clave de aquella época fue la Cadena SER.

MANOLO DÍAZ.-Totalmente. Martín Blanco creó los 40 Principales, imitando las emisoras americanas e inglesas, y el periódico, que era como el «New Musical Express». Diseñó para todas emisoras, que eran ochenta y tantas, un libro de estilo común. Se centralizaron los discos que había que promocionar. Nacieron los discos rojos, los discos verdes... Empezaron los «disc-jockeys».

-¿Cuándo entrevistó por primera vez a Manolo Díaz?

NACHO ARTIME.-Yo creo que fue cuando el premio «Costa Verde», en Gijón.

MANOLO DÍAZ.-Eso es anterior a todo esto de lo que estamos hablando. Yo estuve con «Los Sonor» en Gijón...

NACHO ARTIME.-Fue una sorpresa para todos. Graciano García y yo éramos el «Dúo Dinámico» de los periodistas. Formábamos equipo. Pasábamos el verano entero en Gijón. En aquella época la actividad musical que tenía era fantástica. Íbamos todas las mañanas a Gijón: en tren, en «autostop», en lo que podíamos. Teníamos entonces un programa de radio y todo. Estudiaba por aquel entonces la carrera, en la Escuela de Periodismo de Navarra.

-¿Y lo del teatro de dónde le viene?

NACHO ARTIME.-En Madrid trabajaba con Jaime Azpilicueta. En la radio. Le salió la oportunidad de dirigir su primera obra. Jaime había trabajado en Radio San Sebastián. Llegó a Madrid con un buen currículo. Había sido director de una compañía de teatro universitario. Jaime tenía un amigo que tenía unos cines en Granada. Dijo: «Oye, vengo de Nueva York y acabo de ver "Sola en la oscuridad", un policiaco del autor de "Crimen perfecto". Jaime, quiero que la dirijas». Claro, había que hacer la versión. Yo tímidamente dije: «No sé de teatro, pero sé inglés» y Jaime respondió: «Yo sé de teatro, pero no sé inglés». Así empezamos.

-¿Cincuenta y tantos montajes?

NACHO ARTIME.-Sí, sí.