La superstición no sabe de clases sociales ni de ideologías políticas, tampoco sabe de niveles culturales ni de sexos, y resulta sorprendente que un alto porcentaje de dirigentes internacionales o empresarios de éxito pueda fundamentar sus operaciones en el resultado de sus consultas a videntes. Da miedo pensar que el futuro de la población mundial pueda haber estado en alguna ocasión en las manos de temerarios futurólogos.

Según documentos desclasificados por el gobierno británico, el dictador Adolfo Hitler consultaba a su astrólogo personal, Karl Ernest Krafft, antes de la toma de decisiones de gran envergadura. No fue el único que basó su estrategia militar en la bola de cristal, también el gobierno británico contrató al astrólogo Louis de Whol durante la Segunda Guerra Mundial, quien presuntamente leía en el cielo todas las acciones que Hitler llevaría a cabo. Dicen que también el general Franco consultaba a una hechicera africana llamada Mersida cuestiones relacionadas con la guerra de Marruecos y que era asiduo participante en rituales y sesiones de espiritismo.

Pero si hay una figura que obtuvo fama mundial por sus predicciones, esa fue Jeanne Dixon, quien escribió un libro con sus profecías que se convirtió en un best seller. También su biografía, escrita por Ruth Montgomery, vendió más de tres millones de copias. Dixon predijo la muerte de J.F. Kennedy, y su apoteósica carrera como vidente le sirvió para convertirse en asesora en la Casa Blanca durante el mandato de Richard Nixon y posteriormente con Ronald Reagan. En ambos casos no fue la única, varios astrólogos trabajaron para la presidencia americana durante el periodo de gobierno de ambos presidentes. A Jeanne Dixon se le atribuye la predicción del lanzamiento del satélite «Sputnik» y el asesinato de otro Kennedy, Robert. Además, parece que en 1942 aconsejó a la actriz Carole Lombard que no viajase en avión en al menos seis semanas, pero la actriz, desoyendo la recomendación de la célebre futuróloga, tomó un avión que se estrelló y ardió en las montañas de Nevada.

El hecho de publicar un libro del horóscopo para perros tampoco consiguió desacreditarla, ni siquiera los múltiples errores que cometió en sus predicciones lograron ensombrecer sus escasos aciertos, ya que entre otras muchas cosas vaticinó un ataque terrorista a la Casa Blanca que nunca llegó producirse, pero que obligó al gobierno a extremar sus medidas de seguridad. También predijo erróneamente una tercera guerra mundial en 1958 y que se encontraría una cura para el cáncer en 1967. Una de sus múltiples predicciones fallidas, una utopía soñada por todos, fue la paz mundial para el año 2000: un engaño más de charlatanes y aprovechados, porque en realidad «no son las estrellas» -decía Shakespeare- «somos nosotros mismos los artífices de nuestros destinos».