Arquitecto y presidente de la Fundació l'Alternativa

Piedras Blancas (Castrillón), Saúl FERNÁNDEZ

Marià Pere (Barcelona, 1945) es arquitecto y urbanista. Actualmente preside la Fundació l'Alternativa, una institución que nació el año 2003 vinculada a Esquerra Unida i Alternativa (la franquicia catalana de Izquierda Unida). Pere es un militante histórico del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Llegó a ser parlamentario autonómico. La Fundación La Izquierda le invitó ayer a participar en un debate sobre las industrias cultuales en el Principado. Esta entrevista se desarrolló en Piedras Blancas, en el centro cultural Valey. Pere conoció ayer por la mañana el Centro Niemeyer, la única creación del centenario arquitecto brasileño en España.

-Oscar Niemeyer une arquitectura y política. ¿De verdad casan?

-La arquitectura es política porque toda actividad humana es política. Lo que sucede es que tendemos a confundir la política con la gestión institucional. La política, tal cual la entiendo yo, es una toma de postura sobre cómo entender las relaciones entre los hombres. Y hay dos modos: desde un punto de vista conservador o progresista. Nada es ajeno a la política.

-Los políticos, sí, no tienen buena prensa.

-La política se ha reducido a la gestión institucional. Ya le digo, se ha ido alejando de la sociedad civil y este distanciamiento al final da en mala prensa. Niemeyer es un arquitecto en el que confluyen el arte y la propia política. Oscar Niemeyer hizo la revolución con la arquitectura y no lo digo sólo porque se hubiera opuesto a la dictadura brasileña. Su obra siempre mira al futuro. Siempre ha pensado que sus trabajos sean ocupados por el pueblo, usadas por el pueblo. Es el último de los del Movimiento Moderno. Abrió un debate sobre la creatividad con los arquitectos de la cajita de zapatos. Niemeyer es de una sensibilidad extraordinaria.

-Ha conocido hoy el Centro Niemeyer.

-Lo conocí ya en planos. Me parece una creación integrada absolutamente en la ciudad de Avilés: es la charnela de la fábrica y de la ciudad de Avilés. Cuando vine a Asturias por primera vez me acordé de Bilbao: Avilés era una ciudad contaminada, gris, oscura. El Niemeyer le da un aire nuevo.

-Resulta que este complejo tiene similitudes con otros edificios que el propio Niemeyer ha diseñado, no sé, en Brasil, en Italia...

-Tienen un lenguaje similar, pero eso no quiere decir que todos los edificios sean iguales. Oscar Niemeyer levantó la ciudad de Brasilia y la sede del Partido Comunista Francés. No tienen parecidos, aunque guardan un aire de familia. Niemeyer no es de los arquitectos que tira un dado en una ciudad a ver qué pasa.

-Pero es que el proyecto no nació para Avilés.

-El arquitecto Oscar Niemeyer de forma abstracta idea un nuevo proyecto, y cuando este proyecto finalmente se concreta lo hace teniendo ya en cuenta el contexto, la ciudad en la que se va a levantar. Oscar Niemeyer concretó su proyecto pensando en Avilés. El complejo, tal cual está, no se podría trasladar nunca a un parque, por ejemplo.

-¿Los grandes arquitectos hacen grandes las ciudades que acogen sus proyectos?

-Estos últimos años se ha abierto un debate sobre este asunto. El posmodernismo político compra proyectos arquitectónicos como si comprara cuadros buenos para una casa. Otra cosa son los edificios que tienen sentido y mejoran la ciudad, esos artistas que no construyen por construir, si no que lo hacen para salvar una necesidad. Hay un circuito de una treintena de ciudades en el mundo que forman un recorrido en el que unos quince arquitectos van a plantar su edificio. Oscar Niemeyer no es de ellos: el de Avilés es el único de los suyos en España. Es verdad que no siempre se construye en función de lo que reclama una ciudad. Y en ese sentido sólamente son cuadros, «épater le bourgeois», la belleza por el mero deseo de la belleza. En este tiempo se han eliminado los concursos, no hay análisis del urbanismo, de las necesidades que pretendemos cubrir.

-Niemeyer pudo llevar a cabo el sueño de levantar una ciudad desde la nada. ¿Se acabaron los sueños?

-Todavía se puede soñar. Aunque sea sólo con una pequeña casa o una cooperativa de viviendas. Es posible si se recupera la cultura del trabajo, que acabó consumida bajo la cultura de la especulación.

-¿La crisis ha herido de muerte la arquitectura?

-El problema, ya le digo, es la cultura del trabajo frente a la cultura de la especulación. Se han construido ciudades fantasma que no deberían existir. Son barbaridades. La crisis es fruto de un sistema de producción en donde el capital es ficticio, donde tu trabajo se podía hipotecar no sólo una vez: hasta tres veces. Así no se consigue el progreso.

-Las hipotecas ahogan.

-Hay que distinguir a aquellos que se hipotecaron para especular. Otra cosa son los que se hipotecan para vivir. El sistema ideal es el de un 70% de viviendas públicas.