Escritor, presentó ayer en Avilés «El hombre diminuto»

Saúl FERNÁNDEZ

A Hernán Valladares (Madrid, 1970) le pasó lo que a «Clarín»: nació donde no debía. Es asturiano, licenciado en Filosofía y Letras y, desde hace unos pocos meses, novelista publicado. Anoche presentó su debut en la novela en el bar Lord Byron: «El hombre diminuto» (Bohodón Ediciones, 2011). Minutos antes del acto se pasó por la redacción de LA NUEVA ESPAÑA.

-Novelista novato, ¿a su edad?

-Empecé a escribir después de un accidente de moto, cuando estaba en el instituto. Tengo tres novelas inéditas. Cierto pudor literario impidió que me presentara antes como escritor.

-¿Venció ya ese pudor?

-Yo creo que sí. «El hombre diminuto» se la di a leer a dos catedráticos amigos míos se y pasé el examen.

-¿A quiénes?

-A Luis Martínez de Mingo, que es catedrático de instituto. Y también a Pablo Jauralde.

-Vaya.

-Me dio clase. Es el más importante experto en Quevedo.

-Así que así se lanzó.

-Pues sí. Empecé a mandar ejemplares para intentar publicar el libro. Salió en Bohodón porque aceptó mi novela y no me pidió dinero para publicar.

-¿Qué le pasa a este hombre diminuto de su novela?

-Lo de «diminuto» tiene una doble interpretación. Una no la voy a explicar porque sino desentrañaría todo el libro. Le hablaré sí de que es diminuto también desde el punto de vista moral. La novela se centra en tres jóvenes inocentes que son embaucados por una empresa petrolera: les mandan a buscar indicios dede petróleo. Y ahí es cuando empieza la debacle moral de la que le hablaba. Y creo que le he contado demasiado.

-Esta es la primera novela, ¿qué pasa con las que tiene en el cajón?

-Prefiero seguir adelante. Tengo tres novelas empezadas, una con muchas páginas. Tengo más confianza en lo nuevo que en lo que ya escribí. Sacar adelante lo viejo exigiría cierta regurgitación.

-¿Cuándo escribe?

-Robándole horas a la noche. «El hombre diminuto» salió adelante después de un año y algo de trabajo, incluyendo la documentación. Estoy seguro de que en cuatro o cinco meses la hubiera podido escribir. La idea es muy sencilla. Hay que poner mucha energía para distinguir la vida normal de la ficción.

-¿Está satisfecho?

-Dentro de mis posibilidades, sí. El otro día le decía un amigo a un familiar que yo no me daba cuenta de que esto que presento es bueno.

-¿La literatura es una buena forma de vida?

-Sería una buena forma de vida. Desde fuera de la literatura juzgamos a los escritores profesionales porque se rinden al mercado. Decimos: «¡Qué mendaces!» Pero yo estaría dispuesto a trabajar con unos presupuestos preconcebidos. Prefiero una obra de encargo que me permita luego dedicarme al arte.

-¿Y en el futuro?

-De aquí en adelante me gustaría seguir por el camino emprendido. Tengo muchísimas ganas de seguir escribiendo, de seguir haciendo cosas como estas o mejores. El afán de perfección entiendo que no se puede extinguir.