A falta de temas más sugerentes hemos vuelto a lo de siempre, a que en todas partes se hable de la gripe y de la huelga. Es lo que toca. Lo normal es que ambas cosas se padezcan en invierno, que es cuando los agentes causantes, el frío y el gobierno, atacan nuestras defensas.

Así era antes y así será aunque gobierne la derecha que decía tener la formula mágica para curar nuestros males y su magia se ha vuelto potagia de impuestos, lamentos y más recortes. Si quieren una prueba sólo tienen que fijarse en que, hace unos días, mientras aquí nos alertaban de que cada vez hay más casos de gripe, Rajoy decía en Bruselas que contraería una huelga en uno o dos meses. Quiere decirse que ya la debe de estar incubando. Debe de haber empezado a notar los primeros síntomas que, por mucho que les sorprenda, son similares a los de la gripe, pues la huelga también comienza con una sensación de mal cuerpo, sigue con escalofríos y acaba con fiebre.

Las similitudes no quedan en eso, van más allá. Hay quien afirma que la gripe, autoproclamada o fingida, supera con mucho a la huelga. Es la protesta más refinada y efectiva del individuo contra la sociedad y el sistema. Supone cuantiosas pérdidas en lo general y menos consecuencias en lo particular.

Pues bien, mientras reflexionaba sobre este asunto me acordé de un cuento de Nabokov en el que, a un alumno que quería eludir un examen, se le ocurrió tumbarse la noche antes al raso y en pijama, convencido de que así atraparía un catarro o una gripe que le evitaría tener que pasar la prueba. Al final tuvo mala suerte porque cuando amaneció estaba en perfecto estado y su madre lo mandó a la escuela sin aceptar sus excusas. Lo curioso fue que cuando entró en clase anunciaron que el examen quedaba suspendido porque el maestro había contraído la gripe, la noche anterior, y estaba en la cama con fiebre. Total que, el alumno, hizo el ridículo y pasó más frío que Picio para nada.

Mi escepticismo no llega al punto de negar que el duro invierno, la nieve y las heladas nos abocan a lo irremediable, pero también es cierto que un gran porcentaje de gripes, y huelgas son contraídas adrede. Cualquier observador atento se dará cuenta de que, a pesar del frío, hay gente que va por la calle sin bufanda, mete los pies en todos los charcos que encuentra y no se abriga lo suficiente. Con las huelgas pasa lo mismo, hay gobiernos y empresarios que aprovechan las inclemencias de la crisis para forzar situaciones que, con un mínimo de cuidado, podrían evitarse.

¿Quieren decirme a qué vino que Rajoy, en su primera visita al gobierno alemán pasara revista a las tropas en chaqueta ante el asombro de Ángela Merkel que llegó a preguntarle, incluso, si no tenía frío? ¿Pretendía, acaso, que le diera la gripe para así evitar el examen? La respuesta la encontramos dos días más tarde, cuando el propio Rajoy confesaba a su colega de Finlandia que se temía mucho que, de aquí a nada, fuera a contraer una huelga. ¿No la estará deseando? Para mí que se llevaría un chasco si la huelga, como en el cuento, la hubiera sufrido el maestro en vez del alumno.