Recuerdo aquella película de Andie Macdowel y Gérard de Pardieu, «Matrimonio por conveniencia», un romántico relato que convertía una situación hostil y desesperada en una historia de amor. Cosas del cine, ya se sabe.

Aunque pueda transformarse en un tema muy cinematográfico a poco que se empeñe un director (sea con final feliz o no) es, sin duda, una circunstancia muy vigente; incluso echando un vistazo en internet se pueden encontrar anuncios en los que ciudadanos españoles se anuncian para realizar este tipo de matrimonios a cambio de dinero y personas extranjeras ofrecen cantidades monetarias a quien quiera contraer matrimonio con ellas para conseguir la residencia española, por ejemplo.

Por supuesto que esto es propicio a timos y estafas, agravado por el hecho de que, como es una situación ilegal, difícilmente se puede recuperar el dinero estafado.

Pero ahora oímos hablar del fenómeno aparentemente opuesto: divorcios de conveniencia. Parece ser que ha aumentado este tipo de divorcios para intentar evitar la pérdida de los bienes de la pareja atribuyéndolos a la persona de la que el deudor se ha divorciado.

Me ha dejado muy intrigada cómo se comprueba si un divorcio es de verdad o pura apariencia. En ocasiones, aunque no sea la situación ideal, he sabido de parejas que se divorcian pero que tienen que seguir conviviendo un tiempo en el mismo domicilio porque no pueden disponer de una vivienda diferente para cada uno de ellos. ¿Deberán demostrar en ese caso que no se dirigen la palabra cuando se cruzan por el pasillo?

En relación con esto de las deudas y los embargos, que por desgracia cada vez está de más actualidad, me ha llegado últimamente al correo electrónico una de esas «cadenas» que supuestamente no deben parar de reenviarse y que, al menos en mi caso, suelen morir en la bandeja de entrada. Comentaba cómo hacer para que en el caso de embargarte la vivienda habitual no puedan echarte de ella: creo que el truco consistía en hacerle un contrato de alquiler a un familiar por una cantidad simbólica. No tengo ni idea de si eso es o no cierto, pero entiendo que muchas personas pasan por situaciones desesperadas y cualquier salida puede parecer factible, aunque no sea muy legal.

En cualquier caso, todo ello parece que más que a la comedia romántica hollywoodiense apunta a la agridulce sátira de Berlanga.