Los plátanos son electrolíticos. Los plátanos, así, como tales, no, pero el potasio que contienen, sí. La peña de los «Haiques» nunca fue una reunión de químicos, pero entre todos ellos siempre hubo mucha química. Y también algo de física. Son veteranos en esto de pasarlo bien y juntan medio centenar de personas cuando toca guardar las fiestas. En 1995 participaron por primera vez en el Descenso Internacional de Galiana. «Entonces sí que era un Descenso, un desmadre», sentencia Carlos García Rubio, uno de los «haiques» más antiguos: en los dorados años noventa del siglo pasado. «Ahora parece un desfile de carrozas», se lamenta García Rubio. «El Antroxu es anarquía, ruptura de las reglas», explica el «haique» que hace de portavoz. «El primer artilugio con el que bajamos fue con un plátano. Y nosotros nos disfrazamos de monos», señala García Rubio. Todo mono.

Andando el tiempo, «Los Haiques» se coronaron Reyes del Goxy y de la Faba y trataron de rebelarse contra «el poder establecido». Nombraron sus propios Príncipes (siguieron la tradición: anarquía, pero con poso) y el Ayuntamiento de Avilés nunca reconoció la elección porque pretendía convocar elecciones. Sucedió en 2010.

Carlos García Rubio recuerda que el plátano aquel de 1995 tomó forma en la escuela «okupada» del barrio del Nodo, en el «Gaviluetu». Construyeron el plátano con ferralla, con plástico y con pintura. Y el plátano quedó tan presentable que ganó el premio «A la orginalidad». Sólo les faltó el potasio. «Entonces había el primero, el segundo y el tercer premio, pero también había categorías menores divertidas. En una ocasión ganamos en la del "Buen Humor"», apunta. Y esto del «Buen Humor» es una cosa que echan en falta los «haiques». «Hay que tener buen humor», dice Carlos García Rubio. Lo que le falta decir es que se perdió cuando se «municipalizaron los festejos». La culpa -lo vienen diciendo todos los veteranos de los festejos avilesinos- viene del mucho pedir al consistorio.

El mejor descenso fue el de 1995. O, al menos, eso es lo que recuerda Carlos García Rubio. «En 1996 volvimos a bajar. Hicimos una botella de sidra. Aquel fue también un año bueno: hubo doscientos y pico artilugios y terminamos a la una de la madrugada. La fiesta fue gigantesca. Ahora te encuentras al bombero tras las vallas, entre "seguratas" y entonces podías jugar con él y él también jugaba contigo», comenta García Rubio.

Los «haiques» no siempre han sido fijos del Descenso. Pero cuandescienden, se dejan notar. «Ahora preparamos el nuevo artilugio en un "prao". No estamos en la nave de festejos, pero porque llegamos tarde. Pero, bueno, es raro, sólo caben 10 o 15... Si quisieran más igual estaría bien habilitar otro sitio. O que lo organice la Unión de Comerciantes... que saben cómo se hacen las cosas», comenta sardónico.

Empezaron con un plátano y ahora lo que les toca será más celestial. Parece ser. Cuando les tocó ser reyes fueron extraterrestres escapados de una película de «Serie Z», o sea, ciencia ficción de la más barata. Los «haiques»heredan el nombre y el espíritu combativo. «El Antroxu debería ser un desmadre. Últimamente, tienen poco de desmadre», vuelve a lamentarse García Rubio. El Descenso Internacional hace 25 años abrió las puertas de un universo paralelo en el que los plátanos eran gigantes y estaban llenos de potasio (que es bueno para la memoria).

A la Cofradía del Santo Entierro de la Sardina le costó arrancar este año y sumarse a los preparativos de carnaval, pero ya está metida en faena. Ayer, para no faltar a la tradición, los cofrades se dieron cita en el Parche para cocinar y degustar un sopicaldo y otras viandas. Tampoco perdieron ocasión de lucir las galas antroxeras, con prendas de solera. En la foto de la izquierda se puede ver a varios de los participantes en el calentamiento festivo, junto a los arcos. Los del Santo Entierro tienen ahora pendiente organizar los actos del día del Entierro de la Sardina.