Los políticos tienen tendencia a decir sí con demasiada facilidad y a realizar promesas que en ocasiones no pueden cumplirse. En estos tiempos de restricciones, los ajustes y la lista de incumplimientos serán aún mayores. Cabe esperar de los responsables políticos un ejercicio de sinceridad para reconocer que algunas promesas no verán la luz al menos en bastante tiempo o que habrá que orientar a terrenos más asumibles los objetivos a corto plazo. Pero los colores todo lo aguantan y así vemos cómo quienes hasta hace nada eran responsables de que ciertos proyectos durmiesen en el limbo de los justos acusan a los nuevos de ser los causantes de las demoras. Los ciudadanos son más inteligentes y comprensivos de lo que creen muchos políticos. Y agradecen la claridad antes que las palmadas; la sinceridad antes que la grandilocuencia. A los grandes proyectos que ahora encallan por falta de presupuesto se suman otros pequeños incumplimientos cuyo horizonte se aleja mientras se cruzan reproches.