Cuesta clasificar el último espectáculo de la compañía catalana «Cor de Teatre». No es exactamente un concierto de coros de ópera -para empezar, va más allá de los números corales del repertorio- ni sólo una obra de teatro. Por supuesto, no se trata de una opereta a la vienesa. Si hay que definir «Operetta» -a pesar del daño que suelen hacer las etiquetas-, podemos decir que es un juguete cómico que utiliza como pretexto la música de ópera. De este modo, «Cor de Teatre» da una vuelta de tuerca al género del teatro musical.

Por primera vez, «Operetta» salió de la escena catalana para participar el sábado en el ciclo de «Música en escena» de la Casa de Cultura de Avilés. Allí hubo de todo. En forma de «sketches», la compañía llevó a cabo una relectura de diversos números de ópera. Entre otras cosas, el grupo rindió homenaje al bel canto -con una «Casta Diva» que sirvió de crítica no sólo a las divas de la ópera, sino a la profesión del canto-, y nos presentó la historia de amor de una limpiadora de una estación de tren que «al padecer infundía virtud» -como dice el coro «Va, pensiero» de «Nabucco»-. Incluso, estuvo representado el mundo del deporte, a través del final del primer acto de «El barbero de Sevilla» de Rossini, un delirio musical donde los ciclistas de un pelotón mantuvieron el ritmo, mientras luchaban por imponerse.

«Operetta» es imaginación, sorpresa y entretenimiento. Los pretextos teatrales para utilizar la música de ópera son muy variados, dando cabida a todo tipo de personajes y situaciones, que son planificadas al milímetro. De este modo, el interés teatral del espectáculo queda de manifiesto, a través de un juego inocente, divertido y a veces hilarante, que no necesita de grandes recursos. Esto no quiere decir que la compañía renuncie a la calidad musical, aunque sí es cierto que el movimiento que requiere la escena no siempre favorece la interpretación vocal, «a capella», del conjunto. No obstante, destacaron momentos como la obertura de la ópera «Guillermo Tell», en la que los cantantes imitaron los instrumentos de la orquesta, así como algunas voces femeninas determinadas, como se escuchó a propósito de la «Carmen» de Bizet.

Otro acierto más, por tanto, de la programación cultural avilesina, que pasa, sin embargo, no sólo por momentos de cambio, sino de incertidumbre. A un lado de la ría, Recrea pone algo de orden en el centro diseñado por Oscar Niemeyer, con una programación de acento asturiano. Al otro lado, se interrumpen festivales y desaparecen orquestas, mientras se pone en duda el futuro de la Casa de Cultura y del teatro Palacio Valdés. Todavía no ha trascendido ningún plan para estos centros municipales para las próximas temporadas, lo que crea un clima de desconfianza. La estabilidad de programación y público que se ha logrado en cuarenta años de gestión, mientras se ponía a Avilés, además, en las principales redes teatrales, debe seguir adelante y no desaparecer en un «bluf». Dejemos los juegos para el teatro.