Francisco L. JIMÉNEZ

En las antiguas culturas maya y azteca la posesión de jade (un mineral de color verdoso con aplicaciones en joyería y orfebrería) era considerada un símbolo de poder, por lo que constituía un bien tanto o más apreciado que el oro. No debían andar muy descaminados en sus creencias los primitivos moradores de las tierras de Centroamérica, pues todavía ayer se produjo en Avilés un suceso que relaciona el jade con el poder, aunque en este caso con clara traslación al siglo XXI y con desavenencias conyugales de por medio.

El asunto es que la propiedad de la cafetería Jade, ubicada en la calle de Gutiérrez Herrero, motivó una situación tan rocambolesca como la que sigue: los dos miembros de una pareja divorciada, pero todavía sin acuerdo económico (propietarios del local cuando formaban matrimonio en régimen de gananciales), coincidieron ayer por la mañana en la cafetería -que está cerrada al público desde el pasado sábado debido al cese en el negocio hostelero del último arrendatario- llevando cada uno de la mano a un nuevo inquilino y pretendiendo hacerse con el control del establecimiento.

Obviamente, cada cual defendía lo suyo: los ex cónyuges, la propiedad plena sobre el inmueble, y los aspirantes a hosteleros, su pretendido derecho a convertirse en arrendatarios. Para completar el vodevil, llegaron amigos y familiares de una y otra parte, un cerrajero que había cambiado las cerraduras por orden del pretendido propietario del local y, en determinado momento, también una pareja de la Policía Local que poco pudo hacer para resolver el litigio y que se marchó al rato aconsejando a los litigantes a aclarar el lío en el Juzgado.

Lejos de atender al consejo de los policías, todos los implicados en el lío se enrocaron en sus posiciones y montaron guardia dentro o delante del bar -según qué casos- sin saber muy bien cuál debía de ser su siguiente movimiento. Se cruzaron denuncias entre las partes y, ya por la tarde, José Luis Martín Azabal, la parte masculina de la pareja que en su día compartió la propiedad de la cafetería, hizo varias gestiones con su abogado y logró consensuar una solución salomónica: el Jade quedará cerrado, y así seguirá, hasta que sea un juez quien decida cómo debe repartirse la discutida propiedad.

Según la versión de José Luis Martín Azabal -su esposa, Berta Costa, no quiso hacer declaraciones-, «todo es fruto de un divorcio muy complicado donde no faltaron hasta denuncias infundadas por malos tratos y la falta de acuerdo sobre el reparto de los bienes gananciales». Esta vez, el jade no fue fiel a esa supuesta fama de «piedra de la suerte» que la hace ser usada como amuleto.