Esta patria nuestra se ha caracterizado desde siempre por tener grandes personajes, capaces de las mayores gestas y hazañas y, paralelamente, de mezquinos, envidiosos y maledicentes que han tratado por todos los medios de enfangar, de ensuciar, de desprestigiar a los primeros. El motivo de esta actitud no está claro, pero barrunto que no debe ser otro muy distinto que el expresado por el zorro a la luciérnaga en la famosa fábula. Preguntaba la luciérnaga al zorro, después de tratar infructuosamente de huir de su asesina persecución, del por qué de su inquina contra ella. Y el zorro, tras una breve reflexión le contesta: «Efectivamente luciérnaga? ni me has ofendido, ni formas parte de mi dieta alimenticia, ni tan siguiera te conozco de nada? pero? me molesta el brillo de tu luz».

Ya en los albores de la Historia de España el Cid Campeador, al marchar al destierro por orden del gobernante de turno, seguro que celoso de su éxito y del cariño de sus gentes, tuvo que oír de sus compatriotas castellanos, según consta en el Cantar de Gesta que ha llegado a nuestra manos, aquello de: «?Dios que buen vasallo si hubiese buen señor?».

También nuestro Pedro Menéndez, a pesar de sus hazañas y servicios a La Corona, tuvo que sufrir dos años de cárcel en Sevilla, acusado por los maledicentes de turno, de haber desviado para su enriquecimiento dos galeones cargados de plata. La realidad histórica fue otra muy distinta, pero el sufrimiento de la acusación ahí quedó para siempre.

Francisco de Quevedo y Villegas fue otro de los que sufrió la persecución y la cárcel, estuvo preso en San Marcos de León, de donde salió prácticamente para morir. Fue acusado falsamente por sus poderosos detractores por no callarse y hacerles frente acusándolos ante el Rey de quedarse con la mayor parte del dinero que obtenían de la administración de los territorios. De él son los famosos versos usados por un afamado consejero asturiano en su momento frente a un poderoso ministro del Gobierno de España y en los que se dice aquello de: «No he de callar por más que con el dedo, silencio acuses o amenaces miedo».

Y el paradigma asimismo es Gonzalo Fernández de Córdoba, paladín de los ejércitos españoles, decisivo en la conquista de Granada y en las Guerras de Italia, poseedor de la Encomienda de la Orden de Santiago y de la «Rosa de Oro», entre otras importantes condecoraciones. Pero sobre todo creador de los famosos Tercios, unidad de combate que dio superioridad a los ejércitos españoles en Europa durante casi tres centurias. El Gran Capitán fue un genio militar excepcionalmente dotado que revolucionó la técnica militar y que era idolatrado por sus soldados y admirado por los oficiales enemigos. Está perfectamente documentado que, muerta ya Isabel la Católica, su marido y Regente, Fernando el Católico, eco de los envidiosos del general, le quitó el mando y le pidió cuentas. El Gran Capitán presentó unas cuentas con tal detalle, que han quedado como ejemplo de meticulosidad. (Estas cuentas se conservan en el Archivo General de Simancas). Sin embargo los envidiosos propagaron justo lo contrario y lograron, desgraciadamente, que esa frase de «Las cuentas del Gran Capitán» se entienda como una relación de elementos con un coste exagerado. Nada más lejos de la realidad histórica.

Yo creo que el Foro, con el Niemeyer, utiliza la misma técnica que se viene repitiendo a lo largo de la Historia para desprestigiar lo importante. No sé como son las cuentas del Niemeyer, nunca formé parte del Patronato. Solo sé que aquí estuvieron personajes y se realizaron actos que situaron a Avilés y a Asturias en la máxima cima de la cultura. Sé que eso lo han destrozado y lo han sustituido por «la nada». Sé que para hacer gestiones de un Centro Internacional hay que viajar y que esas gestiones cuestan dinero evidentemente. Sé que una producción propia, que además se hace para una inauguración, no es lo mismo que una exposición que ya viene hecha. Ni en el costo ni en las visitas probablemente, ni en el retorno que debería haber propiciado en otros lugares si las cosas hubiesen sido como deberían.

También sé y lo sabemos todos los avilesinos y asturianos que ha sido mucho más lo que hemos recibido, la proyección de Avilés y de Asturias, que lo que hemos invertido. También sé que el daño causado, el desprestigio sembrado va a ser muy difícil de superar, sé que la situación a la que se ha llegado solo tiene un responsable: el Gobierno de Asturias de Foro. Sé que han dicho muchas mentiras, arrogándose competencias que no tenían, ignorando la autoridad del presidente de la Fundación, atribuyendo a la Alcaldesa competencias y obligaciones que no le eran propias e incluso acusándola de no querer que se hiciese una auditoría de las cuentas. ¡Como si la obligación que marca la ley pudiese estar al albur de lo que quiera o no la Alcaldesa de Avilés!

Sé que nadie está en contra de la transparencia en la gestión y en las cuentas, de la misma manera que todos sabemos que ninguna institución tiene sus «pretendidas cuentas y facturas» en los periódicos y en la red con acusaciones que nadie hace, pero que ahí están, y de las que los interesados no pueden defenderse. Y sé que ha sido mucho el «lucro cesante» que se ha causado a la Fundación Niemeyer por toda esa campaña. También debemos saber todos que la responsabilidad de los pagos que estén pendientes deberán asumirla el Patronato o los Patronos. Y que no debemos olvidarnos que éstos son el Gobierno del Principado de Asturias en primer lugar, pero también el Puerto y el Ayuntamiento, como patronos fundadores y principales.

Nosotros en Avilés y en Asturias hemos sufrido, efectivamente, el mismo ataque desproporcionado e injustificable que recibió Gonzalo Fernández de Córdoba, cosas de la Historia. Pero creo que debemos estar satisfechos de estar en el lado de los que hacen cosas importantes y no de los que ponen en almoneda esos logros.