Marta PÉREZ

Es joven, libre y urbanita. Un jabalí -se cree que macho- ha decidido abandonar el monte y trasladarse a vivir a la ciudad. Avilés ha sido el destino elegido. Ha fijado su residencia cerca del apeadero de Feve, con vistas al Niemeyer. El animal salvaje lleva varios días campando a sus anchas por el entorno de la ría, cruzando carreteras y vías del tren. Y ahí seguirá hasta que se canse. Porque, en principio, nadie va a mover un dedo para devolverlo a su hábitat natural.

La Policía Local de Avilés, preocupada con una situación atípica a la que reconocen que no se habían enfrentado con anterioridad, sigue la pista desde hace cuatro días al animal. La entidad local se puso en contacto con el servicio de emergencias 112-Asturias, que a su vez les remitió a la Guardería Rural del Principado. Según fuentes policiales, en la Guardería les han dicho que es habitual ver jabalíes en la ciudad, que en Oviedo hay muchos y que «hay que dejar que la naturaleza siga su curso». Y dejar que la naturaleza siga su curso significa esperar a que el jabalí se vaya por donde ha venido.

«Lo que hacemos es vigilarlo, procuramos pasar cada poco tiempo por la zona donde está», explicaba ayer un agente de Policía. «Nos han dicho que vigilemos, sobre todo, que nadie lo azuce, para que no se ponga nervioso», añadió el mismo agente. Al parecer, en la Guardería Rural del Principado confían en que cuando caiga la noche, el jabalí se vaya. Sin embargo, han pasado unos cuantos días y el bicho no está muy por la labor.

Los agentes reconocen que han intervenido en situaciones de peligro provocadas por jabalíes en la variante, o en zonas más rurales, como la carretera de San Cristóbal, pero nunca a orillas de la ría, en los terrenos de la futura Isla de la Innovación.

Los vecinos de la zona están entretenidos estos días con este nuevo inquilino del vecindario. Desde las ventanas orientan a los agentes sobre la presencia del jabalí. «¡Por allí, está por allí!», guían los vecinos a voz en grito. A pie de calle, otros muestran su temor a que «suceda una desgracia» si el animal provoca un accidente en la carretera o en las vías del tren.