Saúl FERNÁNDEZ

El Café Cantante ya está cerrado. Y así, discretamente, se despide toda una época. Las noches de copas en Sabugo ya no son las mismas que en los años buenos: «A finales de los noventa, a partir del año 2000». El que habla es Marcos Álvarez, el propietario del negocio de la calle de la esquina de La Estación con Carreño Miranda. Álvarez hace un año volvió a subir la persiana de El Garaje, en el parque del Carbayedo. El tradicional barrio de pescadores por entonces empezó ya a boquear. La falta de ingresos, las mudanzas periódicas de las costumbres de los avilesinos han obligado al hostelero moscón a cerrar la puerta de su histórico local. Marcos Álvarez ha apagado la música y dice hasta luego a un barrio frecuentado ahora por jóvenes de precios bajos que protagonizan frecuentes disputas vespertinas y organizan botellones en los soportales. Y es que, como hubiera podido decir Neruda, «nosotros, los de entonces / ya no somos los mismos».

Marcos Álvarez nació en Grado en 1967. «A los siete años nos trasladamos a Avilés. Mi padre empezó a trabajar en la antigua Endasa», comenta el hostelero. Estudió en el colegio Palacio Valdés y en el Instituto de La Magdalena. «Empecé a estudiar la titulación de Técnico de Empresas y Actividades Turísticas, pero no la terminé. Me falta un año... y eso que sólo eran tres», bromea. Empezó a trabajar detrás de una barra a finales de los años ochenta. «Fue en el legendario Don Floro, en la calle de Galiana», comenta. Antes había repartido publicidad, había cortado madera, vendido enciclopedias... «Las primeras cotizaciones a la Seguridad Social fueron en el Floro de Sierra y Alfonso», recuerda el hostelero. Marcos Álvarez entonces apenas cambió de puesto furriel: hizo guardias en el Floro y también en La Guagua, en la ría de Avilés, cuando la ruta del bacalao nacional hacía parada y fonda mirando al mar y a las chimeneas de una ciudad reconvertida.

«Aquellas noches eran muy distintas a las de ahora. Se salía desde el viernes por la noche, al domingo por la tarde. Hoy, si las cosas van bien, te tienes que conformar con concentrar los ingresos en la noche del sábado», explica el veterano empresario. En 1995 Marcos Álvarez dejó la hostelería. «Trabajé en varios sitios, estuve un tiempo poniendo suelos...» Y en 1996 abrió el Café Cantante. Y así comenzó la revitalización de un barrio olvidado entonces que, a mitad de los noventa, recuperaba el aliento por medio del plan de peatonalizaciones que había iniciado el exalcalde Santiago Rodríguez Vega algunos años antes. En el mismo local del Café Cantante Omar Fernández Ramos abrió a mediados de los años setenta el Yedra, el primer piano bar de Avilés, un local donde todas las noches sonaba la música de un trío de jazz en directo («Los Parini»).

Luz Casal, incluso, hizo sus primeros bolos en el bar que ahora acaba de entrar en la historia. El edificio del Cantante lo levantó el arquitecto Manuel del Busto en los primeros años del siglo pasado. Del Busto era joven en aquellos días iniciales del siglo XX. Cien años después, Sabugo era una fiesta y no un barrio que miraba al mar.

Antes de que Marcos Álvarez abriera su negocio de Sabugo, el local recibió las noches más oscuras de la ciudad. El Yedra se marchitó y el hostelero contribuyó a dar vida a la zona. «La idea era un bar tranquilo por la tarde, también por la noche», comenta el empresario. Mesas, sillas, cafés con leche y copas buenas por la noche. «Nos sumamos al bailoteo cuando el bailoteo tomó el barrio», señala Álvarez.

Marcos Álvarez defiende una teoría diáfana de los ciclos de la marcha de Avilés. «Los locales crecen a imagen y semejanza de los propietarios de los locales. Hace 16 años yo era mucho más joven, los clientes que acudían al bar tenían más o menos mi edad. Y ahora se han hecho mayores y ya no salen nada. Y es entonces cuando los guajes se comen el pastel», sentencia Álvarez.

Por el Cantante «pasaron mogollón de camareros; 16 años dan para mucho», recuerda el hostelero. «Me gustaría agradecer a todos ellos el tiempo que compartimos. Y también a la persona con la que trabajé desde el primer momento. A ellos y a todos los clientes que pasaron por el bar en todo este tiempo», continúa el relato de la historia del bar. «Hace un año nos trasladamos al Garaje y allí estamos», apunta. «Fue en 2008 cuando todo empezó a decaer. Nunca habíamos tenido problemas con los vecinos ni tampoco con el Ayuntamiento. Tocaron un montón de grupos en el local. Participamos en el concurso de los chigres antroxaos. Tenemos varios primeros premios y algunos segundos...»

¿Y el futuro? Pues el futuro está a la orilla del parque del Carbayedo. «El declive de Sabugo va ligado al declive de la hostelería, de toda la hostelería. No están los tiempos para alardes», confiesa. ¿Hay que bajar el precio de las copas? Marcos Álvarez no lo tiene demasiado caro. «Cada uno sabe qué gastos tiene entre manos. Entiendo que algunos no puedan bajar, aunque yo prefiero una zona con un precio más o menos unitario», señala el hostelero.

-¿Echará de menos el Cantante?

-Claro. Han sido los 16 años más felices de mi vida.