Myriam MANCISIDOR

Los expertos en fenómenos extraños aseguran que Avilés es uno de los puntos de la región con más «actividad paranormal». Desde hace siglos en la comarca se suceden cuentos, leyendas y misterios que han pasado de generación en generación, la mayoría de las veces dejando a la ciencia sin argumentos. De estas historias de las que las investigaciones rutinarias no encuentran explicaciones hablaron ayer Alberto Álvarez Peña, escritor, etnógrafo y dibujante; Saúl Fernández, escritor y periodista de LA NUEVA ESPAÑA e Iván Muñiz, arqueólogo que trabaja en el Castillo de Gauzón. Los tres participaron en un acto que se celebró en el Palacio de Valdecarzana organizado por una radio gozoniega en colaboración con distintos medios de comunicación. En representación del programa «Tiempo Cero» estaban ayer en Avilés Bruno Rodríguez y Salvador Rebollo.

Álvarez Peña destacó que lo que ahora son cuentos «no son el invento de una persona sino de todo el colectivo humano». A su juicio, el trabajo de campo para descifrar lo insólito requiere tiempo para recopilar información y analizar textos, algunos antiquísimos. Este escritor analizó acto seguido historias de xanas supuestamente aparecidas en las inmediaciones del río Tuluergo, en Arnao o San Adriano. Habló también de tesoros escondidos en el Peñón de Raíces, de fuentes de Illas donde aparecían pitas con pitinas de oro cada año la noche de San Juan, de la posibilidad de que el Gorfolí esté hueco por dentro, de túneles por debajo de la iglesia de San Miguel de Quiloño (Castrillón) o del pasto de Mauricio, también en Castrillón, donde los agricultores veían «chispinas de oro» al arar. Peña hizo alusión también a las gentes que antaño más que ahora predecían las muertes: en Corvera eran conocidos por «martones», en Castrillón por «adivinones».

Saúl Fernández por su parte relató una historia terrorífica que sucedió un 18 de abril de 1917. Entonces tres niños de unos ocho años -Manuel Torres, Ángel Ovies y Agustín García Sánchez- jugaban en la plaza de la iglesia de La Magdalena cuando se les acercó un hombre de gran estatura, con una cicatriz en la cara y vestido con alpargatas encarnadas y una chaqueta color café. Les preguntó por la Suiza Española (una fábrica de lácteos) y ninguno de los tres respondió a sus requerimientos. El hombre alto insistió y Manuel Torres (Manolito) terminó yéndose con el forastero, desapareciendo en el camino de La Ceba. La tarde se echó encima y después la noche, y Manolito no aparecía. El miedo se cernió sobre el pueblo de La Magdalena, sobre toda la ciudad de Avilés. Comenzaba así la historia del último de los sacamantecas españoles.

Iván Muñiz contó a su vez la historia del castillo de Gauzón, un enclave envuelto también en leyendas. Los tres ponentes concluyeron la jornada analizando la historia del supuesto espíritu burlón de un aviador que «habitaba» el actual Conservatorio. Las jornadas concluirán esta tarde a partir de las seis.