L. A. REAL

«Lo mío no tiene mérito, esto no cansa porque se juega sentado», bromea el octogenario Manuel Arañón Muñiz al preguntarle por su afición sin límites al mus. Modestia aparte, lo de Arañón sí que tiene mérito porque él es el único que queda vivo de la peña Diez Amigos, la que fundó el Campeonato avilesino de mus hace ahora cincuenta años, y además no se pierde ni un torneo de los que se organizan en Asturias e incluso va a alguno que otro fuera del Principado. A sus 83 años, Arañón es un crack con la baraja, un rival temible según la opinión generalizada de quienes le «padecen» cuando le tienen enfrente en el tapete.

La fundación del Campeonato avilesino remite a un Avilés fabril y dinámico en el que las cartas eran uno de los entretenimientos predilectos de la población. Arañón y nueve más pusieron en marcha el torneo en casa Germán y sentaron así las bases de una competición que luego engrandecieron el cura Campandegui y otros organizadores que le sucedieron. «En aquellos años había una afición de miedo a las cartas; ahora para montar una partida casi hay que ir a buscar a la gente a casa», lamenta el veterano jugador. Eso no impide que todas las tardes Arañón imparta su magisterio en las mesas del Casino, donde suele jugar al subastao; los días que hay partidas del Avilesino de mus hace doblete. «Juego a todo lo habido y por haber», admite.

La memoria de Arañón es prodigiosa. Es capaz de describir con todo lujo de detalles las circunstancias y el desarrollo de una jugada clave en muchas de las finales que ha disputado. Especialmente aquellas manos que le hicieron perder premios como un coche Renault 5 en un campeonato nacional. «Eran unos tramposos y aquel día faltó poco para que no le partiera la cara a uno de aquellos tipos», relata con evidente cabreo.

Y es que Arañón tiene una concepción noble del juego y no soporta a los ventajistas ni a los bronquistas: «A las cartas se juega para ganar, eso es verdad; pero hay unos límites que no se deben traspasar. Si un día pierdes, pues a poner una sonrisa en la boca y a confiar en hacerlo mejor la próxima vez. Si tu compañero la pifia, se habla el asunto y ahí muere el tema. Enfadarse no arregla nada y encima crea mal ambiente». Así se resume la filosofía del mus que predica Arañón.

El veterano musolari avilesino admite que las mujeres son de armas tomar en esto de los naipes -su propia hija da ejemplo de ello-, si bien su presencia en las mesas aún es minoritaria, y lamenta la escasez de jóvenes practicantes: «Hay un serio problema de relevo generacional; yo animo a que conozcan el juego y luego verán que es bastante más divertido echar una partida con los amigos que andar por ahí de botellón».

El palmarés de Arañón no cogería en esta página, pero baste decir que ha sido campeón de varios torneos nacionales (los ha jugado todos salvo el del Gran Casino de Madrid), finalista de otros tantos y decenas de veces ha estado entra los 16 mejores. «Si me diesen un euro por cada hora que he pasado jugando a las cartas sería multimillonario», comenta el «abuelo» del mus avilesino. La fortuna de Arañón, en todo caso, no se mide en euros sino en la admiración y respeto que suscita su sola presencia en los círculos locales del mus. Y es que, como se suele decir, la veteranía es un grado.