La manía de andar releyendo la historia, aunque sea cosa de viejo, hace a uno más joven, pues he descubierto que leo de otra manera y qué quizá sea esta la más adecuada. En realidad leo lo mismo, la diferencia consiste en que añado la hipótesis de lo que pudo ser y, de la fe casi patriótica, paso al consejo del gran Argensola, aquel poeta que dijo: «Este cielo azul que todos vemos no es cielo ni es azul, ¡lástima que no sea verdad tanta belleza!».

Tenía razón el poeta, así es que cuando vuelvo a leer la historia tomo mis precauciones, no me creo todo al pie de la letra, ni tampoco lo que algunos historiadores comentan con esa actitud, entre sonriente y zumbona, con la que dan a entender que saben más de lo que dicen pero que, para nosotros, el público en general, es suficiente.

No se trata, aquí, de saber más o menos. Uno sabe lo que sabe y cree tener el buen gusto de no falsear su ignorancia. Contando con eso, sucedió que en vísperas de esta semana repasé unas notas que había tomado a propósito de ciertos tópicos que no está de más recordar, aunque sólo sea para desempolvarlos o quitarles el moho. Entre esos tópicos estaba el que se refiere a la batalla de Covadonga y, por añadidura, a la Santina y al 8 de septiembre, fecha en la que puede parecer que se conmemora la sublevación de los astures, la supuesta aparición de la Virgen y el inicio de la Reconquista, pero ni la fecha es la que dicen ni el motivo de los sucesos es lo que habitualmente se cuenta.

La primera sorpresa la llevé yo, y la importancia, de acuerdo con mis convicciones, no me pareció traumática. Confirma la sospecha de que cuando algo, por sí solo, no logra explicarse aparece lo coherente, que suele ser sencillo y fácilmente asumible.

Cada cual puede fantasear sobre los hechos, el significado y la trascendencia, pero el 8 de septiembre no se corresponde con la sublevación de Pelayo ni con la batalla de Covadonga, sino con la fecha en qué el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria inauguraron el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, otorgaron a Cangas de Onís el titulo como la más grande capital y más pequeña ciudad, y asistieron a los actos de coronación de la Virgen.

La batalla de Covadonga tuvo lugar el 28 de mayo del año 722. Pero eso sería lo de menos, lo grave es que tampoco coincide el motivo. El «casus belli» no fue alzarse contra el invasor para recuperar las tierras que los musulmanes habían arrebatado a sus antiguos pobladores; lo que desencadenó la rebelión, y la posterior batalla, fue la negativa de los dirigentes astures a pagar más impuestos.

Curiosamente hay discrepancias en cuanto al número, a si fueron 300 o 140.000 los que intervinieron en la batalla, pero los estudiosos coinciden en qué el motivo de la rebelión no fue la reconquista de las tierras ni la defensa de la fe cristiana, fue que los astures consideraban abusivos los nuevos impuestos que querían imponerles los árabes. Por eso se rebelaron. Ahora, lo de si se les apareció la Virgen e intercedió, con su ayuda, para que derrotaran a los avariciosos recaudadores, cada cual que piense lo que quiera.