En cierto modo, da la impresión de que el plan de la Isla de la Innovación se va a un cajón hasta que haya mejor ventura, si es que ésta alguna vez llega. Hay que reconocer al menos cierta sensatez en la decisión de prescindir del gerente para no inyectar más dinero a una sociedad urbanística que ya había cumplido su tarea y no podía avanzar más. Santiago Caicoya advirtió hace semanas, consciente de que sugería su despido, de que no tenía sentido su continuidad, lo cual es totalmente lógico. El reparto de tareas para mantener la sociedad en una situación de coma profundo en espera de una futura resurrección evidencia que si hay ganas de arreglarse no es necesario constituir grandes organigramas para que las cosas funcionen medianamente. Supongo que el trabajo hecho servirá para impulsar ese sueño de conquistar la margen derecha que ahora parece tan increíble. Habrá que aguardar a que soplen vientos favorables, algún día, y que para entonces no ocurra que alguien abra el cajón y diga que nada de lo hecho sirve.