Amaya P. GIÓN

Las empresarias asturianas no quieren medallas. Lo que les preocupa es sacar sus negocios adelante y competir en igualdad de condiciones. El debate de lo masculino y lo femenino debe pasar página. «Hay que hablar de personas y competencias, no de empresarios y empresarias. Mientras se siga hablando y debatiendo de eso, no vamos a salir de ahí. No por ser mujeres queremos medallas», asevera la emprendedora Montse Álvarez Fernández, que en plena crisis ha puesto en marcha una firma de asesoramiento y planificación de eventos (4all). Y sus compañeras de la Asociación Empresa Mujer (ASEM) corroboran cada una de sus palabras.

Este colectivo que fundó en 1996 Kike Gómez Haces y que celebró hace unos días en Avilés su primer encuentro anual, está formado por más de 200 mujeres y profesionales de diferentes sectores de las que el 7,5 por ciento tienen su negocio en la comarca avilesina. LA NUEVA ESPAÑA reunió a un grupo de asociadas en la Escuela de Empresarias de Avilés para debatir sobre sus experiencias, de la crisis, de sus retos en el mundo de los negocios y del eterno debate de la conciliación de la vida familiar y profesional. La conclusión: de esta se sale trabajando y la igualdad de oportunidades es una realidad.

«Hace años, en mi sector eran todos hombres. Tenías que dar la talla. Ahora tenemos las mismas oportunidades», apuntó Mari Carmen García Rodríguez, con un negocio inmobiliario y de seguros en Piedras Blancas (Castrillón). Lo de los negocios lo lleva en la sangre. Durante treinta años trabajó en la aseguradora que puso en marcha su padre y desde hace siete tiene su propia oficina, en la que también trabaja uno de sus dos hijos.

La luanquina María Elena Fernández, ingeniera con negocio en Oviedo, Llanera y Cáceres, nunca encontró desigualdad. «No fui emprendedora, empecé como empresaria. Trabajé casi veinte años por cuenta ajena y en 2005 monté Inerex (una ingeniería y consultoría técnico comercial) con mi marido. Una vez que pones en marcha una empresa es más fácil montar más. Lo complicado es saltar el vacío. Somos de los que estamos internacionalizando, con lo complicado que resulta. Inerex ya está en Argelia. Y eso sí que da vértigo», explica. Su compañía emplea a 38 personas y facturó el pasado año 6,5 millones de euros.

Las empresarias entrevistadas fruncen el ceño cuando toca de hablar de desigualdad o conciliación. El debate está caduco, dicen. Entonces, ¿para qué una Escuela de Emprendedoras y Empresarias? «Porque un tanto por ciento importante de mujeres aún no piensa así, todavía se siente en inferioridad de condiciones. Este centro sirve precisamente para eso, para que vean que la realidad es otra, para visualizar el trabajo de otras mujeres. Se sigue relacionando a la empresaria con la mercería, con la tienda de ropa, con el establecimiento para bebés... Estamos en todo tipo de sectores. Podemos tener una empresa y también una tienda», explica la ingeniera luanquina.

¿Y cual es el perfil de las empresarias asturianas? Una cuarta parte de las sociedades limitadas inscritas en ASEM facturaron en 2010 (el último año analizado) más de 600.000 euros, y menos de un 6 por ciento facturó menos de 20.000 euros. Las socias se dedican fundamentalmente a las ramas de actividades profesionales (25,3%), hostelería (19,1%) y comercio (14,4%). Educación engloba a un 9,3% de las asociadas, y le siguen la industria (6,2%), las actividades sanitarias (5,7%) y las comunicaciones (3,1%). La mayoría son empresarias con algún asalariado y con una importante presencia femenina en sus plantillas. El 40% de las asociadas a ASEM, que preside María Antonia Álvarez, tiene entre 40 y 50 años, mientras que el resto se dividen casi a partes iguales entre las mayores de 50 y de entre 30 y 40 años.

Marta Prieto Mendoza, impulsora de Fisio-Avilés, es de las que piensa que «de conciliación se hablado mucho pero no se ha hecho nada». Esta empresaria de 37 años con dos hijos puso en marcha en 1997 su propio negocio «por necesidad», decisión de la que no se arrepiente. «Nunca sabes cómo va a acabar el año, sea buena época económica o no, pero las ventajas son muchas, la principal la satisfacción personal. ¿Qué opino de la conciliación? Pues que a los políticos se les llena la boca hablando de conciliación y son ellos mismos los que imponen a los funcionarios trabajar dos tardes por semana. Cada vez son más los hombres que buscan una jornada laboral más reducida para poder estar en casa. Pero es que en España los horarios son horribles. En cualquier país de Europa a las cinco de la tarde estás en casa. Aquí los horarios son partidos, con dos o tres horas para comer... Así es imposible que concilien la mujer, el hombre y hasta los abuelos», opina.

La abogada Juana María Gómez Martín, granadina con despacho en Piedras Blancas, considera que muchas mujeres con hijos anteponen la faceta como madre a la empresarial. «Muchas se quedan a medio gas por atender a sus hijos, que también lo son de su pareja. Detrás de una mujer emprendedora siempre hay un hombre tolerante, es cuestión de equilibrio», dice. Y es precisamente ese uno de los motivos por el que todavía son pocas las mujeres que acceden a puestos directivos. «Muchas veces somos nosotras las que no decidimos dar ese paso, pero irá cambiando poco a poco, es cuestión de prioridades», apostilló Elena Fernández.

La avilesina Bernarda Menéndez es de las que opina que una de las lecciones de la crisis actual es la adaptación al puesto de trabajo. «Hay que servir para un roto y para un descosido», considera. Sus negocios (el Hotel Villalegre y el hostal Serafín) son un termómetro de lo que ocurre en Avilés. «Si funciona la industria, tenemos más ocupado el hostal, y si lo que va bien el turismo lo que tenemos a tope es el hotel. El Centro Niemeyer fue un revulsivo importante y esperemos que vuelva a serlo, pero Avilés aún sigue siendo industrial», argumenta.

¿Y qué más se aprende de estos tiempos de apreturas económicas desde el punto de vista empresarial? La necesidad de cooperar entre las empresas, la capacidad de innovación, la búsqueda de nuevos mercados, la comercialización («Antes el cliente llamaba a tu puerta, eso ha pasado a la historia»), la profesionalización incluso en los sectores más tradicionales y la adaptación al cliente. «Ahora son más exigentes, están más informados, y las empresas también tienen que adaptarse a eso», concluyen.