Marcel Duchamp pintó, hace ahora un siglo, bigotes a la Gioconda. Y se quedó tan ancho. Había comenzado la rebelión de los artistas, la introducción de lo surrealista y gamberro en el arte. Jaime Rodríguez no olvida, por ejemplo, cuando se desnudó en público sin pudor. Él bebe directamente de estas fuentes, y por partida doble: no sólo admira a Marcel Duchamp como el referente máximo de la historia del arte, sino que también confiesa veneración por el longevo artista florentino, Leonardo da Vinci, autor del retrato de Mona Lisa convertido siglos después en uno de los iconos de la cultura occidental. «Cuando Duchamp pintó bigotes a la Gioconda se apropió de la pieza, la cultura es cultura y está ahí para reutilizarla». Lo dice este artista afincado en Avilés mientras despotrica contra conceptos como el «copyright». «Si viéramos el arte como patrimonio entenderíamos que la cultura repercute en el bien de una comunidad: ahora luchan precisamente contra eso, para conseguir que el arte esté en manos de unos pocos en vez de cultivar a la gente».

Jaime Rodríguez pide sentarse en una terraza, al aire libre. Sabe que fumar es malo, pero se rebela contra la legislación. «Estamos viviendo la dictadura de la democracia. Está prohibido esto, lo otro? y realmente es una hipocresía, no prohíben el tabaco para hacer caja». Si tuviera fuerzas de voluntad, dice, propondría una rebelión: «Que todos los fumadores dejáramos el tabaco: en dos meses, al no ingresar el Estado ese dinero de impuestos, nos pedirían de rodillas que volviésemos a fumar».

Sería, tal vez, una performance más. Porque Jaime Rodríguez, que realizó gran parte de su producción artística en el formato clásico de las dos dimensiones encajadas en un marco, se despegó hace tiempo de esas limitaciones. Y así, además de ser uno de los pioneros de las obras en formato digital, ofrece también su piel como lienzo, su cuerpo como material a servicio del arte. «La performance no existía como tal en el arte anterior a las vanguardias, sólo había teatro o danza. Pero a partir de las segundas vanguardias, con los artistas que intentan romper el academicismo y salirse de las galerías, sobre todo el grupo Fluxus». Así comienzan manifestaciones artísticas que han recibido diferentes nombres: accionismo, performance, happening? «Arranca del dadaísmo», apunta Rodríguez. Otra vez Duchamp en el árbol genealógico de artista.

Estas prácticas, próximas a lo absurdo y al antiarte, quisieron romper con el mercado. Dar la espalda a los dictados de galerías, mecenas y críticos. Pero a la larga fracasaron, y la «Fontana» de Duchamp, un vulgar urinario, acabaría costando una fortuna. Jaime Rodríguez sabe que a él le puede acabar ocurriendo lo mismo, que su posicionamiento al margen del mercado no depende sólo de él. «Todo es comercializable, el mercado lo puede fagotizar todo. Mis performances no se venden, al menos de momento, lo que hago es para mí y para quien lo quiera ver. Pero el comercio es tan manipulador que es capaz de venderte, en vida o después de muerte».

La primera performance de Jaime Rodríguez fue un autorretrato. Un «Autorretrato a la Baja». Los materiales, su cuerpo desnudo, pintura, un matasellos y un lienzo extendido en el suelo de la Casa Duró de Mieres. El contexto era la exposición «Semántica», que él mismo comisionó. Y el objetivo, criticar el valor de las obras de arte y reflexionar sobre el propio coste que él tenía para la sociedad. «La subasta quedó en más menos infinito». El artista justifica su rechazo a la valoración de las obras de arte. «El arte vale lo que unos pocos decidan. Y eso llevó a la especulación y a una gran burbuja que ya llegó a explotar, y que ahora afecta a galerías, ferias de arte?». No es el único mal que aqueja al arte, en su opinión. «Sigue siendo muy elitista».

Quedarse desnudo delante del público no fue un problema para Jaime Rodríguez, ni en aquella primera ocasión. «Cuando eres una obra de arte, el cuerpo es el lienzo. A lo mejor es por cuestiones educativas, pero no veo la desnudez como algo íntimo». Más íntimas, asegura, son las vivencias personales, pero tampoco esas le cuesta mostrar. Porque cuando hace un autorretrato quiere ser coherente hasta sus últimas consecuencias: enfermedades, experiencias familiares, traumas? «Sufrí mucho más con el "Diario Íntimo" que expuse en Vértice en 2004 que con la performance, aunque también funciona como terapia». Todo el proceso quedó recogido en imágenes, que pueden contemplarse en su página web, www.kaosart.org.

Hablando de cuerpos desnudos, segura que no sigue los cánones clásicos en sus gustos: «Tan bello me parece un cuerpo gordo como uno delgado; no tengo un canon aristotélico de la belleza, aunque en la forma de pensar sí soy un poco aristotélico: pienso que no puedo ser demasiado transgresor social, política ni económicamente, porque es lo que te permite convivir con los demás».

Rodríguez se confiesa indignado con el panorama actual, sobre el que reflexiona en su nueva serie de obras, titulada «Desidia». «Parto de que el sistema no funciona, la sociedad tampoco, la cultura parece que no pinta nada en el sistema de enseñanza y menos el arte. No se han establecido los principios de libertad, igualdad y fraternidad. El arte al menos permite hablar de ello».