Procesionan en Avilés las imágenes cuando esta lluvia pertinaz empeñada en aguar la Semana Santa lo permite. Procesionan los indignados en su particular «escrache», a modo de penitencia incómoda para políticos. Procesionan algunos camino del Juzgado para hablar de cuentas en Suiza o dinero negro. Procesionan los pobres chipriotas camino del cajero a ver si hay suerte y escupe algún euro. Procesionan lánguidos los millones de parados que confían en que en algún momento cambie su suerte. Procesionan los ex banqueros enriquecidos a costa de indemnizaciones en contratos blindados o bonus. Procesionan los directivos del «pelotazo» que ahora se ven arruinados. Procesionan los diputados con sobresueldo kilométrico exento de impuestos. Procesionan los líderes mundiales que determinan con sus cálculos políticos el futuro de millones de ciudadanos. Debe de ser el espíritu de Semana Santa, y esta sensación amarga que ha envuelto al planeta estos últimos años. Casi como si al fondo se escuchase un eco: «¡Penitencia, penitencia!».