F. L. JIMÉNEZ/

Myriam MANCISIDOR

Con la lluvia de por medio, una de cal y otra de arena. Este parece el sino meteorológico de la presente Semana Santa avilesina: la procesión dominical de Ramos salió por los pelos, la de Jesús de la Esperanza -el lunes- hubo de suspenderse; el martes, la cofradía de San Pedro desfiló bajo el orbayo; y el miércoles no pudieron salir los tres pasos del Santo Encuentro. Ayer, las nubes indultaron la procesión matinal del Beso de Judas y «condenaron» a la del Silencio a una celebración dentro de los muros de la iglesia de San Nicolás, porque afuera jarreaba de lo lindo.

La lluvia está escribiendo el guión de las procesiones con renglones torcidos, pero con lo que no puede es con la afluencia multitudinaria de público a los escenarios propios de la Semana Santa. La gente, por más que llueva, tiene fe en que los pasos desfilarán; otra cosa es que, a la hora de la verdad, la autoridad eclesial y los responsables de las cofradías estén por la labor de correr el riesgo de que el agua arruine las imágenes y los costosos ajuares que lucen.

Los que más llevan perdido con los caprichos meteorológicos son los cofrades de San Juan, que ni pudieron salir a la calle el miércoles ni ayer jueves. Y eso, en un año en que son ellos los que tienen sobre sus espaldas el peso de la coordinación de la Semana Santa, duele especialmente. La próxima y última oportunidad para ver a los «sanjuaninos» bailando al santo que les da nombre será esta tarde, si el cielo quiere, en la procesión del Santo Entierro. En caso contrario, habrá que esperar al año que viene.

La buena noticia del día de ayer fue la celebración sin incidentes de la procesión del Beso de Judas, protagonizada por una joven cofradía en la que abundan los niños y donde las mujeres cobran gran protagonismo, como se demostró en la lectura del pasaje bíblico que relata cómo Judas «vendió» al Maestro a cambio de 30 monedas de plata. Pese a que el verdugo ocultaba el rostro, la voz que evocó el momento de la traición era indubitadamente femenina.

Eso fue por la mañana, y con las nubes apaciguadas, Porque a una hora del inicio de la procesión del Silencio, el cielo avilesino amenazaba con «llorar» tanto por la Verónica y como por la Tercera Palabra, los pasos del cortejo. Aún así, la amenaza de lluvia no echó atrás a cientos de avilesinos y visitantes que, paraguas en ristre, buscaban el mejor enclave para seguir el cortejo fúnebre de Jesucristo, con salida prevista de la iglesia de San Nicolás.

Los cofrades de San Juan Evangelista mantenían los ojos clavados en las nubes y rogaban por lo bajo una tregua meteorológica. Ni por esas. El orbayo se transformó en lluvia y la hermandad decidió suspender la procesión cuando el reloj marcaba poco más de las ocho y media. Una voz anunció la triste noticia: «Sólo redoble y responso». Entonces sonaron los tambores y timbales de la banda de la cofradía en el claustro del templo. En la calle, clamoroso silencio.

El párroco de San Nicolás de Bari, Juan Antonio Menéndez Fernández, reconfortó a los cofrades: «El trabajo que hemos hecho no ha sido en vano, nos ha hecho más cofradía, más hermanos». Volvieron a sonar los tambores. Y hubo aplausos. Mientras, en la plaza de Álvarez Acebal, en la calle de San Francisco, El Parche, La Fruta o la cuesta de la Molinera, algunas de las calles del recorrido penitente, la gente, enmudecida, comenzó a dispersarse. Al cierre de esta edición, después de la medianoche, estaba previsto que se celebrara la procesión del Santísimo Cristo de la Verdad y la Vida, de la cofradía del mismo nombre. El hermano mayor, José Villoldo, aventuraba que saldrían «aunque llueva».

Esta tarde, tras el sermón del Desenclavo, a las 17.30 horas, saldrá la procesión del Santo Entierro, donde participan todas las hermandades. La cofradía de La Soledad saldrá, si el tiempo lo permite, a partir de las 21.30 horas.