Las caras de resignación que acompañaron durante casi toda la Semana Santa a los cofrades de las nueve hermandades avilesinas que salen en procesión entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Pascua resplandecieron anoche sonrientes porque el Cristo de La Resurrección, escoltado por San Pedro y la Virgen de La Soledad, pudo desfilar sin temor a que un aguacero frustrase su hora de gloria. Fue un colofón brillante a siete días marcados por la lluvia, que obligó a suspender la mitad de las diez procesiones que componen el programa religioso que en estos días convierte a Avilés en la ciudad asturiana con más actividades de Semana Santa.

Lo que ayer pudo ser -la siempre emotiva procesión del Resucitado- tuvo que suspenderse el viernes por partida doble; ni hubo Santo Entierro (aunque sí Desenclavo) ni procesión de La Soledad, reducida a la mínima expresión y al cántico multitudinario de la Salve a la puerta del patio donde la Virgen se guarecía del agua debajo de un toldo. Horas antes sí que desfilaron por las calles del centro de Avilés los miembros de la recién constituida Hermandad del Cristo de la Verdad y la Vida; acabaron calados hasta los huesos, pero como luego explicaron «por nada del mundo hubiéramos renunciado a nuestra primera procesión». El propio Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, vestido para la ocasión con hábito franciscano, tomó parte en la procesión, aunque protegido por un paraguas.

Los hermanos mayores de las diferentes cofradías avilesinas expresaron su disgusto por las inclemencias meteorológicas, pero no dejaron de agradecer a los fieles y al público en general su masiva presencia a todos los actos programados.