Carolina G. MENÉNDEZ

La revista «El Bollo» emana historia y no sólo en los cientos de artículos costumbristas que ha recogido sus páginas a lo largo de 117 años de vida, o en las portadas diseñadas y firmadas por artistas asturianos de renombre, sino también en los anuncios publicitarios sin los cuales no sería posible la supervivencia de esta publicación que cada primavera y al inicio de la tradicional fiesta del mismo nombre que tiene como objetivo la confraternización de la ciudadanía llega a los quioscos para dar cuenta de una amplia variedad de crónicas, sucesos, biografías y acontecimientos locales inmediatos y lejanos en el tiempo.

Los anuncios forman parte de la memoria colectiva y son un reflejo de las diferentes épocas vividas. Los diseños, el lenguaje utilizado, los dibujos y las fotos que los adornan, y hasta la tipografía elegida, marcan el estilo de cada tiempo. Una simple mirada sobre estos reclamos publicitarios permite descubrir las modas, costumbres y hábitos de cada momento por lo que han sido y siguen siendo una ventana al pasado. Y con el paso de los años, lo que en su momento no atraía la atención del público, despierta un gran interés porque evoca recuerdos o ayuda a reconstruir la historia. Como ponía de manifiesto hace unos días Benjamín Lebrato durante la presentación de la revista, «son fedatarios de la historia local». Por ello, según ponía de manifiesto el presidente de la Cofradía del Bollo, «hay que fijarse en todos los anuncios».

Frente al elevado número de inserciones publicitarias que acoge la revista en el presente 2013 -un total de ciento diez-, en sus primeros años no contaba con tal apoyo. No fue hasta la primera década del siglo XX que empezaron a aparecer anuncios en las páginas de «El Bollo». Uno de los más significativos por su tamaño y permanencia fue el de Grandes Almacenes de Victoriano F. Balsera, que desde 1916 y hasta 1933 ocupó la totalidad de la contraportada. Consistía en una fotografía del establecimiento ubicado en la carretera de la ría avilesina. Años más tarde, en la década de los cuarenta, este espacio pasó a acoger otro anuncio, en este caso de la Caja de Ahorros de Asturias. En él, la institución bancaria anunciaba la inauguración de nuevas oficinas. Y ya entrados los cincuenta, serían famosos los anuncios en esta última página del Cine Clarín, que entonces abría sus puertas, y los Almacenes Py, que se mantuvieron por un largo periodo de tiempo. Como nota significativa señalar que a partir de mediados de los sesenta desaparecieron los anuncios de la contraportada para dar cabida al escudo de Avilés, que más tarde figuró junto al de la Cofradía del Bollo.

Especialmente significativo es el anuncio de Casa Herminio, una camisería y sastrería de la calle Marqués de Teverga que en 1917 ya publicitaba sus tejidos en «El Bollo». Fiel a su compromiso con la revista, este vetusto establecimiento que continúa hoy en día su andadura comercial, sigue difundiendo su nombre a través de las páginas de la publicación que presenta artículos tanto en castellano como en asturiano.

Un caso similar es el de Casa Lin. En los archivos de Benjamín Lebrato aún se encuentra un viejo ejemplar de color amarillo en el que aparece la abuela de Rodrigo Suárez, actual propietario, en las escaleras del hórreo que se encuentra en el interior de la sidrería.

Igualmente llamativos son los de Modas Hijas de Vega («En esta casa encontrarán siempre lo más nuevo y chic», según reza el anuncio), en el que se muestra a una joven en estado pensativo, con un sombrero adornado con plumas de avestruz, y Casa Cuesta (novedades, confecciones, sastrería y camisería), que presenta un dibujo donde dos mujeres observan un maniquí y un cliente mira unas telas mientras el mozo o botones, uniformado, le acerca una silla.

Lebrato también mantiene guardados como oro en paño los anuncios de Los Castros, un establecimiento mítico en Avilés por aunar productos de ferretería, electrodomésticos, deportes y regalo, o Los Telares, propiedad de la familia Eloy Fernández Caravera, que poseía telares propios.