El genetista, antropólogo e investigador de National Geographic Spencer Wells (Georgia, Estados Unidos, 1969) dirige el Proyecto Genográfico, un ambicioso estudio que dio los primeros pasos en 2005 y que tiene como fin último construir un árbol genealógico para toda la humanidad. Para ello, Wells y su equipo de científicos utilizan las tecnologías genéticas e informáticas más avanzadas para concluir de dónde venimos en base al ADN, «la partida de nacimiento que todos llevamos bajo la piel». Más de medio millón de personas de todo el planeta han aportado su granito de arena al proyecto. Cien asturianos podrán formar parte del estudio el próximo sábado mediante una toma de ADN en la cúpula del Centro Niemeyer. El premio: el conocimiento de la historia migratoria de sus ancestros. Se trata de la primera prueba de estas características que se realiza en Europa. El proyecto Genográfico de National Geographic llega a Asturias de la mano del Centro Niemeyer.

-¿Qué se conoce de la historia de la humanidad?

La idea es que todos tenemos una relación estrecha como especie. Muchas veces nos preguntamos de dónde venimos, cuál es nuestro origen, una duda que lleva mucho tiempo entre nosotros y que llega a convertirse en una cuestión filosófica. El aspecto científico se introdujo mucho más tarde. Comenzó con el Renacimiento, con Darwin, que estipulaba ya un origen africano para todos nosotros porque establecía7 una relación con los simios de gran tamaño que habían aparecido en África. De hecho, esto se demostró porque había registros fósiles de los simios. Ahí es cómo comenzó la investigación. Muchas veces partimos de supuestos. El que en apariencia seamos tan distintos significa que hemos tenido que empezar a diferenciarnos hace mucho tiempo. Por lo tanto tenemos una historia que se remonta muy atrás en el tiempo.

-¿La genética ha sido fundamental para avanzar?

En los últimos veinte o treinta años, gracias a la genética, lo que se ha demostrado es que esa estrecha relación no es tan larga como pensábamos, ese principio de diversificación no se produjo tan atrás en el tiempo como creíamos. Estaríamos hablando de que empezó hace unos 200.000 años en África. En términos evolutivos es muy poco tiempo. Es sorprendente ver cómo ese éxodo africano, ese momento en que empezó la diversificación, es mucho más reciente. Estos movimientos migratorios a Islandia, a Tierra de Fuego, a lugares remotos empezó hace sólo 2.000 generaciones humanas. Este recorrido histórico ha sido más rápido de lo que esperábamos. ¿Qué significa esto? Que todos somos miembros de un clan, de una familia ampliada y que las diferencias (si quitamos lo superficial, el color de los ojos, de la piel) en base al ADN son mínimas, pero a la vez nos permiten trazar la historia de los movimientos migratorios del ser humano. Y precisamente de eso trata nuestro proyecto, de establecer cuál ha sido la travesía del hombre, de dónde venimos y cómo hemos llegado aquí.

-¿Cuál es la clave tecnológica de este estudio?

Surgió con el proyecto del genoma humano a finales del siglo pasado. Lo que se consiguió fue secuenciar el primer genoma y a partir de ahí se desarrollaron los dispositivos rápidos de secuenciación. Con esto conseguimos gran cantidad de información. Esa información recoge marcadores, lo que son los polimorfismos (las siglas en inglés son SNIP). A partir de ahí tenemos la clave para estudiar lo que nosotros entendemos como los patrones migratorios.

-¿Y cómo ha evolucionado en los últimos años?

Ahora tenemos el chip para el proyecto 2.0. Con ese chip se pueden secuenciar hasta 150.000 marcadores genéticos, no sólo lo que sería el cromosoma Y o el ADN mitocondrial, sino otras cuestiones, como el ADN autosómico. Con todo esto tenemos muchísima información para establecer líneas de parentesco de cada uno de los individuos a los que se realiza la prueba. Hemos pasado de la secuenciación a la genotificación. Eso es lo que estamos aprovechando ahora.

-¿Cuáles son los resultados científicos?

En general, son tres las conclusiones principales. El clima ha jugado un papel fundamental en las migraciones, desde el Paleolítico, con los primeros asentamientos, ha sido clave para establecer los patrones migratorios. En segundo lugar, la importancia del Neolítico, el trasvase a la agricultura hace unos 10.000 años ha sido un punto de inflexión en cuanto a los patrones genéticos (hemos visto que todos nos remontamos a un origen común que se produce hace unos 10.000 años con cambio de estilo de vida). Y en último lugar están los cambios culturales y cómo estos afectan al patrón genético. Estamos hablando del idioma, de la religión, del sistema de castas? Respecto a esto, estamos a punto de publicar un artículo sobre cuestiones lingüísticas en el Cáucaso.

-¿Todos venimos de una Eva mitocondrial?

(Ríe) Sí, es posible rastrear la diversidad del ADN mitocondrial hasta esa mujer que vivió en África hace aproximadamente unos 200.000 años. Quiero dejar claro que no era la única mujer del momento. Era una población en crecimiento, había otras mujeres que también tuvieron descendencia, pero cuyas raíces no llegaron a la actualidad. Pero hubo una mujer afortunada que tuvo hijos, nietos, estos tuvieron sus hijos? hasta tal punto que todos los que estamos hoy aquí podemos remontarnos hasta esa persona, que no era la única mujer viva en absoluto. No era la única mujer, pero si nuestra madre genética.

-¿Ocurre lo mismo con Adán?

Sería algo similar. Con el rastreo del cromosoma Y llegamos a un hombre de África de hace 140.000 años. Existe información controvertida sobre la posibilidad del hallazgo de una persona que se remontaría antes de esos 140.000 años, pero aún no tenemos resultados concluyentes.

-De lo que no cabe duda es de que todos somos africanos.

Sí, todos provenimos de África.

-¿Y por qué no todos tenemos la piel oscura?

Lo cierto es que no podemos estar seguros de las características de cada una de las diferencias, pero en el caso de la piel sí que tenemos una idea bastante clara. Somos originarios de África, es una zona tropical donde la radiación solar es muy importante. Además somos una especie que no tiene pelo, vivíamos en la sabana, y ahí la piel estaba expuesta al sol, por lo que necesitábamos una protección natural, la melanina. Cuando salimos del trópico y la exposición solar se reduce (algunas zonas de Asia, Europa), necesitamos que parte de la radiación ultravioleta nos llegue a las capas más profundas de la dermis, porque eso es lo que nos permite sintetizar la vitamina D, que no se consiguen mediante la dieta. A medida que nos adentrábamos más hacia el Norte fuimos perdiendo parte de esa pigmentación para ir sintetizando la vitamina D. Así, la piel se fue haciendo más clara. Existen otras maneras de explicar este u otros cambios, pero en términos generales, el factor primordial es la adaptación al medio.

-¿El mapa genético de las migraciones nos permite trazar un mapa genético de las enfermedades?

Nosotros solo estudiamos los marcadores genéticos que tienen que ver con la ascendencia, con nuestros antepasados, no estudiamos marcadores de enfermedades. No obstante, es cierto que las enfermedades tienen un origen genético, por lo tanto podrían establecerse patrones similares. Las migraciones de las que hemos estado hablando también llevan asociadas variaciones genéticas relacionadas con las enfermedades.

-¿Qué posibilidad tiene un asturiano de compartir material genético con un japonés?

Seguro que comparten material genético, porque de media compartimos un 99,9 por ciento. El motivo de esto, es que las variaciones son mucho más recientes de lo que cabríamos esperar, sobre todo si lo comparamos con otras especies, dígase los simios, donde la variación genética en comparación con nosotros es cinco o diez veces mayor. Esto se debe a que hubo un efecto embudo, un cuello de botella, que se produjo hace unos 75.000 años donde el número total de seres humanos era de 10.000 o incluso menos. Más o menos todos procedemos de aquel momento y a partir de ahí nos expandimos. Somos miembros de un clan familiar, tenemos una relación mucho más estrecha de lo que podíamos haber pensado en un principio. Si atendemos los patrones migratorios hacia Europa y Asia, comprobamos que llega un momento en el que confluyen. Por eso tenemos esas características genéticas comunes.

-¿Entonces las razas no existen?

Definir raza es muy complicado, ha habido diversos enfoques en los últimos dos siglos. Pero si hablamos de biología, de genética pura, no existen apenas diferencias. Por debajo de la piel somos más parecidos que distintos.

-¿Cómo llegaron nuestros ancestros a España?

Gran pregunta. La idea es que la primera migración africana se produjo hace unos 60.000 o 70.000 años. Empezó por una línea costera, atravesando la actual Somalia, Etiopía, pasando después a Yemen. Siguieron migrando de manera costera hasta llegar al sudeste asiático. Aproximadamente hace unos 50.000 años tendríamos la migración a Australia y hace unos 45.000-50.000 años a Oriente Medio. Algunos de estos se adentraron más hacia el continente y llegaron a Asia Central hace 35.000-40.000 años y llegaron a Europa. Algunos, a su vez, llegaron a América y otros se adentraron en otras zonas de Asia. Por otro lado, hubo unas migraciones posteriores, sobre todas las procedentes de lo que se denomina la media luna fértil de esa zona, hace unos 10.000 años. Ahí hubo una mezcla, donde confluyeron esas dos migraciones. Estaríamos hablando de que el Paleolítico (hace más de 35.000 años) se junta con aquellos inmigrantes procedentes de la media luna fértil. Es ahí donde encontramos los dos patrones genéticos presentes en Europa. Por eso en España encontramos las dos vertientes: los Paleolíticos, que son los que inmigraron aquí y se encontraron con los neandertales, y los que llegaron después procedentes de Oriente Medio y que trajeron consigo la agricultura.