«Yo, aquel que en los pasados / tiempos canté las selvas y los prados, / éstos vestidos de árboles mayores / y aquéllas de ganados y de flores, / las armas y las leyes,/ que conservan los reinos y los reyes; / agora, en instrumento menos grave, / canto de amor suave/ las iras y desdenes, / los males y los bienes...» Así es como comienza «La Gatomaquia», el poema épico de mininos por obra y gracia de Lope de Vega. Como si fuera «La dama y el vagabundo», aunque con versos barrocos. «Teatromaquia», la última obra de Jorge Moreno y la compañía «Konjuro Teatro», tiene mucho de poema épico de felinos maulladores, pero también de impertérrito lamento shakespeariano a favor de las tormentas. «Ahora magia no me queda / y sólo tengo mis fuerzas, / que son pocas. Si os complace, / retenedme aquí o dejadme / ir a Nápoles...», en palabras del bardo de Stratford-upon-Avon. O sea.

El Palacio Valdés acogió el viernes un nuevo estreno nacional, una obra que habla del «dulce lamentar de los pastores» y que también habla de la libertad de elección. O de todas sus faltas. Se trata de una comedia original de Jorge Moreno, que es uno de los más importantes dramaturgos del momento. A este y al otro lado del Pajares. Moreno habla del teatro, del veneno del teatro... y se ríe de la estupidez de los actores que se suben cada noche -o cuando pueden- y hacen teatro y piensan que son otros y, al final, no son nada. El teatro y yo, señora, somos así.

«Teatromaquia» sigue los presupuestos estéticos de Peter Brook -un espacio vacío, nada de atrezzo, bueno, sí, un caramelo de eucalipto-. Repasa el camino del teatro desde el mito de la caverna y hasta el Método de Lee Strasberg. Y sigue con la idea de asociar el afán por la representación con la politoxicomanía. Y aquí van los lugares comunes desde «El gran teatro del mundo» y hasta la fecha. Don Quijote mediante. «Yo sé quién soy». Pero Jorge Moreno va y vuelve sobre un presupuesto planteado. Y de tanto ir y venir a veces confunde su regreso. Y confunde al espectador. Pese a todo, Moreno logra un texto de una gran envergadura para tres actores como tres rayos: el propio Moreno, Sonia Vázquez y Cristina Cillero.