Un ascensor conduce a los visitantes a la planta bajocubierta, que resume pasado y futuro: de las bifaces prehistóricas al Centro Niemeyer que se descubre a través de una ventana. En esta planta también pueden encontrarse otras piezas, como la imprenta Minerva que perteneció a Antonio María Pruneda.

Después, a través de la escalera que comunica todas las plantas y que hace las veces de ría de Avilés, se llega a la villa Medieval. «El fondo de una larga ría, protegida por piratas por el castillo de Gauzón, permitió nacer a Avilés. Fue villa porque fue puerto. Entonces llegó el fuero, en 1555», recoge el texto. Una reproducción del Fuero es, precisamente, una de las piezas más destacadas de esta etapa. Una pantalla permite a los visitantes elaborar su propia carta de vecindad a partir de la del escudero Alfonso Suárez. Otra de las piezas más singulares es un teatrillo que recrea un Atlántico surcado por todo tipo de naves. En la villa Moderna, ubicada en la misma planta, se puede ver una recreación de los bancos Canapés de Carlos III, y también aquí está el balcón sobre la iglesia de los Padres Franciscanos.

Una planta más abajo está la ciudad Burguesa, desde la que tiene que emirar a Cuba hasta la de la llegada del ferrocarril y el nacimiento de la imprenta. Los visitantes también peuden escribir una noticia en «El Eco de Avilés». Un palco del Teatro Palacio Valdés separa esta parte de la dedicada a la ciudad Industrial que se desayuna con la noticia de la llegada de Ensidesa. Para terminar, una invitación: salir a la ciudad y recorrer el museo que son sus calles.