Mayo. Color reciente sobre las crestas del rinanto. Campos desbocados que lindan con la infancia y con el aroma núbil de las espineras. Páginas indescriptibles de resonancias nuevas sobre las ramas de los árboles. Agua de las últimas nieves que desciende tan límpida como las alas de las libélulas. Sol joven en todos los caminos, brisa muy blanda en todos los destinos. Luz con los visos de la mentira. Vastedad de misterios en la naturaleza: ¿quién tutela el empeño de los ríos; quién pliega los sudarios del crepúsculo; a quién dirige el humo sus fragmentos; quién rubrica el grosor de las cerezas?

¿Por qué nos han impuesto esta forma humana tan inexpresiva, quién nos ha decidido, quien ha dado la venia? Si fuéramos montañas, nos heriríamos tanto como somos capaces bajo esta indumentaria de quebradizos huesos? ¿De quién depende el resto de mi vida si aún no he desvelado las manos de quien guarda las horas ya pretéritas? ¿Por qué no me han nombrado orilla o mar o puente o retama o silbido? ¿A quién le recrimino el no ser pedernal o frío del invierno o aullido de alimaña o altiplanicie o vega? ¿Dónde puedo buscar lo que no ha de ocurrir, en dónde averiguar lo que está destinado a no coincidir nunca con mi breve existencia?

¿Hasta dónde las licencias ilícitas del eco? ¿Quién es él para apropiarse, prófugo, de mis vocablos? ¿Dónde posa mi voz, a quién la entrega? ¿De quién es ese espectro que repite en voz alta lo que ni aún he escrito, lo que pienso y desdice, lo que comprende apenas? ¿Por qué me lo divulga si apenas me conoce? ¿Por qué imita, con su tono luctuoso, a las lóbregas aves de mal agüero? ¿Y qué sabe él de mí, por qué me juzga si ni hubo un abrazo tan siquiera? ¿Qué signos son aquellos que brotan sobre el lomo de mis dudas, son calumnias en flor o despecho y rencor? ¿Cuándo cesará el odio y esta rivalidad que nos gangrena?

¿Qué aprendo cuando lanza su canto el petirrojo? ¿La rutina del cielo qué me enseña? ¿Qué deduzco de la esbeltez del trigo? ¿Qué amapolas comparten la herencia de mi sangre? ¿Qué sé de la belleza? ¿De qué me sirven, de estación a estación, estos años aquí, con la habitual sospecha de una contrariedad siempre muy próxima, si, ya por condición, desconfío del ser que está más cerca? Mayo. Calas blancas en torno a los regatos. Grillos y saltamontes. Memoria, única guarida de la inocencia.