El aerogenerador marino en cuya construcción participa la firma avilesina Windar tiene nombre propio: prototipo G128-5.0. Así lo han bautizado los ingenieros encargados de su desarrollo, que diseñaron una estructura de dimensiones colosales para lo que venía siendo habitual en la eólica terrestre. La columna que sujeta el peso de todo el ingenio (la parte del aparato que se ha construido en Avilés) mide 90 metros, las palas -las mayores nunca fabricadas en España- miden 62,5 metros de largo y pesan 15 toneladas cada una y la «nacelle» (la caja en cuyo interior va la maquinaria que transforma el viento en electricidad) tiene 12,5 metros de largo, 4 metros de alto y 72 toneladas de peso. La palas de este primer aerogenerador marino cien por ciento español se han fabricaron en Aoiz (Navarra) y la «nacelle» en Tauste (Zaragoza).

La previsión que hizo pública Gamesa cuando presentó su proyecto «offshore» en Canarias es poner en funcionamiento el aerogenerador en julio. Asimismo, y a expensas de los resultados que arroje la máquina, la intención es colocar una segundo aerogenerador en el mismo emplazamiento que podría ser realidad en 2015. La elección del puerto de Arinaga para la colocación de este primer aerogenerador marino cien por ciento español tuvo que ver con el variado régimen de vientos de la zona, lo que permitirá evaluar el rendimiento del «molino» y determinar si estos son los adecuados para iniciar la producción en masa de este tipo de artefactos.

La importancia que ha cobrado en los últimos tiempos la energía eólica marina tiene que ver con los rendimientos (el viento marino es más constante que el terrestre y además no hay obstáculos a su avance) y con la existencia de menos trabas administrativas (los impactos paisajísticos y ambientales de los parques eólicos terrestres han acabado convirtiéndose en escollos difíciles de salvar a veces). Los países nórdicos ya llevan ventaja en este campo; ahora España se sube al caro y Avilés no pierde comba.