Los empleados de la antigua empresa IMSA intoxicados por mercurio en la fábrica de Asturiana de Zinc -medio centenar de personas- aseguran estar viviendo un calvario médico y exigen, dada su creciente desconfianza hacia el estamento sanitario, que de una vez por todas la Consejería de Salud y la mutua aseguradora de la que dependen atienda sus peticiones, consistentes básicamente en la constitución de un grupo multidisciplinar de facultativos que les haga un seguimiento pormenorizado de sus dolencias y en el acceso a los servicios del Instituto de Toxicología Carlos III, donde presuntamente trabajan profesionales que, según los intoxicados, «tienen la capacitación adecuada para comprender mejor que nadie nuestros problemas de salud».

Víctor Calota, secretario de la recientemente constituida Asociación Asturiana de Intoxicados por Metales Pesados y Agentes Químicos, sostiene que «no son normales» las cosas que les están aconteciendo a los intoxicados por mercurio. Por ejemplo, el extravío de analíticas de orina que deberían indicar la buena o mala evolución de algunos afectados por el mercurio en función del grado de eliminación del organismo del metal pesado. «Se han perdido o extraviado informes de este tipo y no una o dos veces, sino más. Incluso se ha dado el caso de que a la misma persona le han extraviado más de una analítica. Esto no parece serio», subraya Víctor Calota.

El secretario del colectivo relata el caso de otro compañero al que un facultativo le recetó «Nolotil» (un fuerte analgésico) como paliativo de problema del que se fue a quejar: que le habían salido heridas en la boca y que se le movían mucho los dientes. Calota también se refiere a la extrañeza que le produjo el hecho de que una oftalmóloga comentase verbalmente a un afectado que tenía «escotoma de supresión» (un área de vision deprimida dentro del campo visual) y, sin embargo, en el informe por escrito no consta tal hecho.

«Todas estas cosas aumentan nuestra intranquilidad por el curso de la enfermedad y nos hacen pensar que algo raro está pasando, que nos quieren quitar de en medio o que ya no saben qué hacer con nosotros. Yo me inclino por lo segundo, y es por eso que pedimos que nos envíen a profesionales expertos en toxicología, como los del instituto Carlos III; pensamos que ellos mejor que nadie sabrían valorar nuestro caso», explica Calota.

La situación laboral del medio centenar de contaminados con mercurio de IMSA es variopinta: una veintena sigue de baja médica y el resto ya recibió el alta. Entre los segundos, alguno está trabajando y otros al paro. De los que trabajan, y pese a que el hecho de haber recibido el alta médica debería de ser interpretado como un signo de recuperación total, algunos han vuelto a registrar índices anómalos de mercurio en sangre y orina. «Los que seguimos de baja estamos entre 20 y 40 microgramos de mercurio por litro de sangre (el límite admisible ha pasado recientemente de 15 a 10 microgramos) y alguno de los que recibió el alta tuvo posteriormente picos por encima de 50. Esto no hay quien lo entienda», explica Calota, quien quiso agradecer en nombre del colectivo las recientes declaraciones del presidente de la federación de asociaciones de vecinos de Avilés, Antonio Cabrera, respaldando la causa de los intoxicados de IMSA.