Carolina G. MENÉNDEZ

Es un apasionado de la medicina y, más concretamente, de la pediatría, especialidad en la que lleva cerca de 35 años de ejercicio. Por la consulta de Francisco Álvarez Berciano, tanto la del hospital San Agustín como la privada en la calle González Abarca, ya acuden, señala, los hijos de quienes en su día fueron sus pacientes, algo que en lugar de hacerle sentir mayor, le enorgullece. Y es que este médico, dicen quienes le conocen bien, cuida a sus pacientes como si de sus hijos se tratara. Pero, además, se preocupa de los padres, a los que tranquiliza y asesora en el tratamiento de cualquier enfermedad. Incluso, de vez en cuando, vierte alguna que otra regañina sobre ellos «porque hay un cierto grado de sobreprotección infantil», asegura. «Tiene que haber una protección pero sin excesos, que no benefician al niño ya que cuando se tenga que enfrentar a la vida, su nivel de seguridad será más bajo», apunta. Por ello, según repite continuamente a las madres que le muestran su preocupación porque el niño come poco: «Si está en los percentiles de peso correctos (ya no tanto de altura, que dependen de la genética), no tenemos que darle gran importancia».

El doctor Berciano es un hombre cercano, afable, conversador entusiasta -sobre todo de temas pediátricos- y muy querido por una gran parte de la sociedad avilesina. Es locuaz y claro en las explicaciones, para las que utiliza términos de fácil comprensión. Con la llegada del otoño e invierno, el número de niños a los que atenderá será mayor, sobremanera los que acuden a las guarderías. «Los menores de tres años que asisten a colectividades infantiles son susceptibles de tener más patologías -las más frecuentes son de origen vírico- que los que se quedan en casa, que enferman menos», asegura. «Y a partir de los cuatro años, el que no ha ido a la guardería, como no tiene memoria inmunológica, las patologías que se le presentan son más banales», añade.

Reconoce que en ocasiones los padres, intranquilos por un simple catarro que no parece remitir o por un proceso febril, acuden inmediatamente al médico y no sólo una sino varias veces. «Los pediatras banalizamos la patología y, en cierta manera, es comprensible que los padres se angustien porque no conocen el alcance del problema», comenta al tiempo que reconoce que «el grado de tolerancia que tenemos al malestar es bajo, se tolera mal, pero llevar mucho el niño al médico hace que el profesional prescriba más de lo necesario y esto, a veces, conduce a un abuso innecesario de medicamentos». Por tanto, aconseja a los padres que además de vigilar la fiebre, observen al niño porque «la apatía, la falta de respuesta a estímulos y el decaimiento son datos a valorar en el estado del niño y se interpreta como un signo de gravedad aunque no tenga fiebre». Para saber cómo actuar, Francisco Berciano indica que «ante un proceso febril, acudir al médico si la fiebre no baja con un antitérmico o, si además, el niño presenta apatía, malestar en general, vómitos o diarrea», apunta. Y cuando la fiebre está en pleno proceso, dice, «es importante un ambiente fresco, no arropar en exceso, administrar líquidos con frecuencia, empapar al niño con agua tibia o meterlo en la bañera con agua igualmente tibia. Nunca dar friegas de alcohol, ya que penetra en el organismo a través de la piel. Insisto, está totalmente contraindicado llevar a cabo esta práctica tan usual hace años», recalca.

Si bien los procesos víricos son los más habituales en las estaciones del frío, la patología más prevalente hoy en día es la alergia, resalta el doctor Berciano: «Es la epidemia del siglo XXI. Asmas, dermatitis atópica, rinitis y urticarias van en aumento y están ligadas a la occidentalización, al estilo de vida, a las mejores condiciones sanitarias». Pero a pesar de su presencia cada vez mayor, este pediatra es optimista al considerar que «hay una tendencia natural a que estas patologías vayan disminuyendo con el envejecimiento del ser humano; se atenúan».

Y otra enfermedad del siglo XXI, según ponen de manifiesto todos los estudios médicos y que Francisco Berciano detecta en las consultas es la obesidad infantil. «En este problema influyen los hábitos sedentarios de la vida del niño más que los genéticos. Y qué decir de los malos hábitos dietéticos, con tanta comida basura, chuches o alimentos altos en grasas. Este es el precio de la civilización», comenta con cierta dosis de resignación. Para combatir esta enfermedad y, sobre todo, para no caer en ella, el pediatra habla de la importancia que tiene el desayuno en la vida de los escolares. «Es más importante que una buena comida y una buena cena. Si el niño se va al colegio tras haber hecho un desayuno pobre va a tener una escasa disponibilidad de glucosa, que es la gasolina de nuestro cuerpo», revela. Por ello, invita a los padres a que eduquen a los niños a realizar la primera comida del día completa y, además, a tomar un tentempié a media mañana: un pequeño bocadillo o una pieza de fruta. Al mismo tiempo hace hincapié en que los niños mayores de dos años deben seguir una alimentación variada: «Salvo embutidos y alimentos grasos, que coman de todo».

Respecto a la evolución que han experimentado en los últimos años ciertas enfermedades, Francisco Berciano hace referencia a cómo «la vacunación sistemática ha conseguido erradicar algunas enfermedades propias de la infancia que en otro tiempo era prevalentes, como la varicela, el sarampión o la viruela. Así tenemos a los niños protegidos», declara. Otras, por el contrario, han cambiado su tratamiento. En este sentido, recuerda la moda de operar las amígdalas, popularmente conocidas como anginas. «Actúan de defensa y, por fortuna, la moda de quitarlas está denostada; antes se operaban alegremente. Actualmente, sólo se operan si se tiene una hipertrofia importante o se presentan procesos infecciosos más de una vez por mes», dice.

En cuanto a padecer alguna enfermedad como consecuencia de los avances tecnológicos, por ejemplo por el abuso de cascos, teléfonos móviles o teclados, el especialista señala que aún es pronto para conocer las consecuencias y que de haberlas darán la cara dentro de unos años. Aún así, sobre la posibilidad de padecer problemas auditivos por el uso continuado de auriculares, señala que «cualquier persona sometida durante tiempo a muchos decibelios puede acabar padeciendo una acusia, y eso lo podemos ver en algunos trabajadores. Pero problemas de pérdida auditiva por el uso de cascos, hasta la fecha, son irrelevantes».

Como medida de prevención de estas y otras muchas enfermedades, el médico recomienda a los padres que sometan a sus hijos a unas revisiones periódicas. Estas visitas al pediatra deberían seguir el siguiente esquema: los lactantes hasta un año, una vez al mes; los niños de 1 a 3 años, una revisión trimestral; a partir de 3 o 4 años, un examen anual. Como dice el doctor Berciano, «una revisión al año para ver el peso, la altura, los ojos y los oídos, no hace daño».