Una vez en los pedreros de Peñas, la lancha pilotada por "Cuni" encara Los Xugos, una de las rocas preferidas por los perceberos. García, Mazuelas y Martín están preparados para saltar y luchar contra las olas y extraer las piezas de mayor tamaño. Con su bistoncia, arrancan las piñas y las guardan en una especie de marsupio artesanal, que posteriormente depositan en la "Buena Esperanza". "La lancha se llama así porque es lo último que se pierde en la mar", destaca Javier García. Y entre salto y salto de los pedreros a la lancha y viceversa, los perceberos van recorriendo las rocas del Jorobao del Oeste, la punta La Gaviera, la punta alta del Vendoval, la Alta Nordeste, los Gallos del Pedregal, entre otras.

"La primera regla del percebero es no dar la espalda a la mar", explica desde la lancha Herme Martín. Si esa ley no escrita no se aplica, llegan los sustos y los golpes de mar que tiran al agua a los pescadores. Esto le ocurrió a Mazuelas y al propio Martín que, con rapidez, se repusieron de las embestidas de las olas. "La verdad es que días como hoy presta mucho salir a percebes, hay piezas de calidad y el estado de la mar te anima a meterte más abajo", indica Javier García. Aún así, la dificultad para extraer las piezas es enorme y siempre requiere estar alerta. Asensio Ortube, otro de los perceberos que acudió el pasado viernes a faenar, atendía a los golpes de mar mientras, tranquilo, seleccionaba las piezas extraídas en Los Xugos sentado en el pedrero.

Cada pescador puede capturar un máximo de ocho kilos al día y por marea. Cuando se consigue recopilar esta cantidad, los perceberos vuelven a puerto. En el caso de los tripulantes del "Buena Esperanza" al muelle del Gayo, para posteriormente vender las piezas en la rula una vez escogidas. Así transcurrió una jornada en la que los perceberos volvieron a ser protagonistas de una de las tareas más peligrosas, tras capturar piezas con sabor a mar y a valentía.