En "Emilia" el amor es destrucción, es entrega, devoción, rendición, crisis, fuego, culpa... El dramaturgo Claudio Tolcachir sobrecoge con un texto que acongoja, con una dirección que enfría los corazones e incendia la mente. Tolcachir estrenó el viernes pasado en el teatro Palacio Valdés su último espectáculo: "Emilia", una tragedia que es una obra maestra; porque Tolcachir dirige como si nada, porque los actores interpretan como si tal cosa y porque los espectadores se quedan congelados cuando Gloria Muñoz (Emilia) pronuncia las últimas palabras de su último monólogo, un instante antes de que la luz muera y comiencen los aplausos. Tolcachir, en Avilés, volvió a desarmar las voluntades más oscuras.

Queremos tanto a Tolcachir. "Emilia" es la quinta de sus producciones representadas en Avilés. La primera de ellas fue "La omisión de la familia Coleman", en 2007. Los miembros de aquella familia disfuncional causaron desconcierto entre los espectadores que observaron sus movimientos alocados y, al tiempo, verosímiles y preclaros. Tolcachir es como Platón: monta la hoguera en la caverna y contempla las sombras chinescas. La realidad está detrás del fuego; las sombras sólo son mentiras que no existen hasta que son contempladas por los espectadores. Y los espectadores, cuando se detienen ante las palabras que pronuncian los actores dirigidos por la mano zurda del argentino, descubren que la verdad es sombra y sólo sombra.

Walther reencuentra a Emilia, su niñera, años después de que esta hubiera dejado la casa familiar en la que el primero se había criado. Walther es un hombre de familia. Vive con su esposa y con su hijo. Hay besos, hay abrazos, hay cariño... y, con la llegada de la mujer extraña, estallan las mentiras, las culpas, los deseos inconfesos... "Emilia", en sus primeros compases, es una comedia, una comedia cotidiana de cajas cerradas, de mudanzas de costumbres... Según se desarrolla la acción, la comedia se torna terrorífica. La felicidad se disuelve... y el aplauso y la ficción... Y todos los espectadores ya están sobrecogidos. La vida no es lo que parece. Y Claudio Tolcachir certifica el estallido del presente entre cuatro paredes. "Emilia" se desarrolla en un escenario limitado por mantas y por muebles viejos. Y una puerta, una puerta por la que no entra la mesa de la cocina de la antigua casa. Y con la mesa, tampoco entra la antigua vida... y todo, de repente, ya no es lo que era.

Es cierto, que en "Emilia" existen algunos "deus ex macchina" que permiten que se desarrolle la peripecia que pretende contar Tolcachir -lo malo del amor-. Pero el teatro es todo él pura conveniencia. Y que, de repente, regrese la niñera del pasado puede ser asumido por los espectadores con miles de aplausos y con toda verosimilitud. Sucede lo mismo con el personaje que interpreta Daniel Grao, que es el que ocasiona las llamaradas que las mantas de la escenografía de Elisa Sáinz no pueden apagar. Claudio Tolcachir deja su "Emilia" el próximo día 13 en manos de un plantel de actores en estado de gracia, un elenco que encabeza una Gloria Muñoz que descorazona y que inquieta prestando su aliento a la niñera que llega. El corazón palpita más fuerte cuando uno ha visto una obra como "Emilia".