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La rucha

¿Algo con más luz?

Preguntas al aire sin respuesta que revelan la incertidumbre que conceden los años

¿Algo con más luz?

¿Cómo podrán los árboles ser fieles todavía a estos hombres que cortan y dañan sus raíces? ¿De dónde sacarán ese verdor que eleva sus ramas florecidas? ¿De dónde tanto amor al suelo patrio? ¿Cómo respiraríamos sin sus fuelles divinos? ¿Y las aves? ¿Cuántos siglos cantando al borde del rocío? ¿Cuánta puntualidad para anunciar el alba y la estación precisa? ¿Por qué no son tan crueles como somos nosotros y nos pagan un día con la misma moneda? ¿Qué los hace volar; quién cruzar los océanos para tan corta vida? ¿Quién diseña sus alas y su hermoso plumaje? ¿Quién dirige su instinto para volver al seto y a los altos aleros en que anidan?

¿Por qué el mar nos ofrece sus peces sabrosísimos? ¿Qué le damos a cambio más que veneno y barro? ¿Cuánto soportarán sus libres olas ágiles antes de que agotemos su sal y sincronía? ¿Durarán sus columnas de púrpura y cobalto? ¿Veremos sin tardar su fondo a flor de tierra, sus sirenas atadas a un mástil de sequía? Como el fuego, ¿no existe en parte alguna mientras no lo encendemos? ¿O quema al otro lado de nuestra trascendencia? ¿Son sus llamas ahusadas o mis ojos muy necios? ¿Despreciamos su esencia; nos dejará privados de su soberanía?

¿Desde siempre hemos sido tan poco agradecidos? ¿Tanto orgullo nos honra? ¿No supimos jamás reconocer el bien ni ponderar lo humilde ni admirar la belleza sin herirla? ¿Qué restaría del ser si le extirpan su faz de prepotencia? ¿Qué fracción de verdad? ¿Cuánto de indecisión? ¿Desde dónde hasta cuando significamos más que un pétalo, una tizna o un grumo de granizo? ¿Hasta dónde nos cubre la mentira? ¿Sientes, acaso, tú grandeza, si te nombro? Cuando escribo estos versos, ¿te crees la luna llena? ¿Alumbrarías mis noches aunque no los escriba? ¿Prolongan tu presencia los hilos de mi voz? ¿Es menos perentoria tu carne que mi grito? ¿Quién nos dicta las formas de lo que no avistamos? ¿Hay algo con más luz que la poesía?

¿Y el sol, de dónde extrae su voluntad titánica? ¿Cómo se abre camino entre tanta penumbra? ¿Por qué ese sumo empeño en avivar las sombras? ¿Qué piedad causaremos mirados desde arriba? ¿Quién alimentará sus hornos insaciables? ¿Quién bruñirá sus rayos en cada madrugada? ¿Interrogo en exceso? ¿Presumo mi ignorancia? ¿Y mis incertidumbres satisfacen las tuyas? Nada conozco. Nada puedo afirmar como afirmé hace años. Quizás pretendo mucho en esta estancia exigua.

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