La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica / Teatro

Paréntesis y locura en la ciudad

Una escena de la representación avilesina de "Continuidad de los parques". Ricardo Solís

Los parques son paréntesis: forman parte de la ciudad y son áreas de descanso. Y la velocidad se detiene y uno se encuentra a sí mismo y otro halla lo perdido y se escucha el rumor de la ciudad al otro lado de la tapia y hay sosiego. Y besos y abrazos... y todo cambia. Los parques son elementos dramáticos, escenarios sin respuestas, jardines de amor, tablados de tristezas y de soledades. Todo esto lo sabía el actor Jaime Pujol cuando a comienzos de los años 90 escribió la comedia "Continuidad de los parques", un guión ingenioso que se convirtió antes de anoche en el primer estreno del año en el teatro Palacio Valdés, un aplauso continuado, una colección de preguntas y una huida.

El espectáculo se organiza en escenas semiautónomas: dos o tres personajes en torno a un banco de madera. Todo a lo largo de una jornada que se alarga como un año completo: de la primavera al invierno, de la mañana a la madrugada. Dos tipos en plena seducción, un intento de robo todo loco, un móvil de primeras y, soberanamente, la historia final -"Luz verde"-: dos tipos solos, un viaje tenebroso y la pregunta que redondea y sintetiza toda la función. "Continuidad de los parques" comienza como una comedia de "sketches" y se transforma en una tragedia sin muerto, pero con destrucción. Pese a las carcajadas, hay congoja.

Lo malo de las comedias de "sketches" es la desigualdad entre los fragmentos. Y sucede en "Continuidad de los parques": dos números con truco final y un ascenso de potencial dramático hasta el prodigioso final. Y el recorrido pasa la comedia romántica, por el cabaret de magia, por el mimo, por el teatro absurdo y por un realismo de frenopático. Y sólo hay una pieza que disuena y que marca la "antigüedad" de la comedia. Me refiero al número del móvil, a la sorpresa. Forrest Gump mediante.

Los hallazgos del espectáculo vienen de un director en estado de gracia -Peris-Mencheta-, capaz de dar naturalidad a la locura. Y la locura más loca la subraya la carcajada simpática del personaje de Fele Martínez ante los golpes de su compañero de viaje en "Luz verde". Un viaje, dos desconocidos, una aventura.

Pujol se bandea entre la genialidad y el redoble. Y cuando se mete con los redobles, uno desconecta. Pasa como con el soldado de "Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla": "Y luego, incontinente, / caló el chapeo, requirió la espada / miró al soslayo, fuese y no hubo nada". Menos mal que queda ese diálogo final para recordar y esa pregunta final: locura, realidad, transformación, necesidad de ser. "Continuidad de los parques" es un volcán en erupción, un viaje al centro de la Tierra... la necesidad de la lava ardiente agarra a los espectadores y ahoga...

"Los Planetas" cantaban en "Pesadilla en el parque de atracciones": "Quiero que sepas que ya me esperaba / que esto ocurriera y que no pasa nada / Que solo me da la razón y que he estado aprendiendo / de cada momento que he estado contigo". Y luego, en la canción, sale Satán. En "Continuidad de los parques" no, pero podría. La de Pujol es una comedia para detener el pensamiento. Roberto Álvarez, Gorka Otxoa, Fele Martínez y Luis Zahera son herramientas precisas en manos de un director que en nada tendrá un premio "Max". Fijo.

Compartir el artículo

stats