El menorquín Jimmy Pons lleva más de dos décadas emprendiendo en proyectos innovadores del sector turismo. Ayer ofreció en Avilés la conferencia "Innovarse o morir: la innovación turística como palanca de cambio para el sector asturiano". Pons defiende que cada vez los cambios "son más rápidos y radicales". "En mis conferencias siempre planteo a la gente que si pudiera volver 25 años atrás sabiendo lo que hoy sabe, cómo ha evolucionado internet y la tecnología, haría lo mismo. El cien por ciento de las personas me dicen no, que actuarían de forma diferente. Así pues, hay que prepararse para tener el camino andado por si algún día hay que cambiar", aseveró.

-¿Por dónde pasa la innovación en el sector hotelero?

-Siempre que se habla de innovación se liga a la tecnología y a la comercialización. Pero la innovación pasa por muchas cosas: lo primero es el producto, que sea bueno y se diferencie de tus competidores. Al hablar de innovación me refiero de optimización de espacios, del modelo de negocio (a veces hay que reinvertarlo), del producto, de las relaciones con el cliente, del personal. Podemos innovar en todo, y para ello no hace falta disponer de un departamento de I+D+i. A veces es volver hacia atrás y reaprender lo que hemos hecho.

-¿Cómo será el cliente del futuro?

-Lo que está claro es que la tecnología está cambiando los patrones de comportamiento en todos los sentidos. Las últimas tendencias que vemos apuntan a que la tecnología quiere ir más allá, pretende conocer tus sentimientos y depende de lo que detecte te enfocará a un marketing o a otro. Lo normal es que haya un avance muy fuerte de la tecnología que llevamos encima, una pulsera conectada al móvil que a través de las pulsaciones podrá detectar hasta cómo te sientes. Esa mezcla de la tecnología aplicada al cuerpo va a jugar un papel muy importante de cara al futuro. Estamos en una era en la que vamos a pasar de las experiencias a las emociones. Y la tecnología nos puede ayudar, pero en su justa medida.

-¿Y está haciendo los deberes el sector?

-Realmente nunca hace los deberes por una razón muy sencilla porque todo va demasiado rápido. Es normal que el ritmo sea diferente. Pero eso no pasa sólo en los hoteles sino en todos los sectores, porque la tecnología va demasiado deprisa. Cada vez, en menos tiempo, se produce un cambio más radical.

-¿El turismo rural está consiguiendo adaptarse?

-Tiene una oportunidad de futuro increíble, sobre todo cuando hablamos de esas emociones. Hoy todo el mundo convierte una experiencia en un producto turístico, se venden hasta en forma de caja por cinco euros. El reto está en convertir en esa experiencia en algo emocional, que al cliente le llegue al corazón. Esto un hotel de mil plazas lo tiene complicado. Si el turismo rural entiende que la cuestión no es llenar una casa, sino esto que le estoy diciendo, es un caballo ganador. Los paisajes de Asturias, sus productos, son cosas que incluso van más allá de los cinco sentidos. Si el sector sabe entenderlo, va más allá que vender camas, le auguro un futuro increíble.

-¿Y qué aportan las redes sociales a todo esto?

-Antes una empresa podía comunicar, promocionar, sólo si era grande, si tenía un presupuesto enorme. Pero la democratización de los sistemas de comunicación ha hecho que un hotelero pequeñito tenga casi las mismas herramientas que uno grande y que pueda trabajar de tú a tú. Eso tiene unas ventajas pero también desventajas. Las redes sociales son un arma de doble filo. Los que menos se quejan de las redes sociales son los que tienen un gran producto, porque el marketing se lo hacen sus propios clientes. Los que se quejan son los que tienen un mal producto, si no ofrecen lo que prometen los fusilan en las redes sociales.

-¿El "por qué voy a cambiar si esto funciona" es el primer paso para la ruina de un negocio?

-El problema es que muchas veces no vemos la realidad. Estoy viendo muchos programas tipo "Pesadilla en la cocina", "Tabatba te necesito", "El jefe", que se meten en las empresas que no funcionan. Los patrones de comportamiento son los mismos, se repiten. Y uno de los más terribles es que el propio empresario ve que camina hacia un precipicio y no se da cuenta de que debe cambiar. Einstein decía que si quieres resultados diferentes no puedes seguir haciendo lo mismo. Hay que ser realistas y entender que hoy hay una realidad: hay una oferta brutal y la demanda ha disminuido. Hoy te puede ir bien, ¿pero y dentro de seis meses?