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Crítica / Teatro

Whitney Houston y Macarena García, como Dios

Macarena García, en la representación avilesina de "La llamada". Ricardo Solís

Dios se apareció en Domrémy a una niña que, andando el tiempo, lideraría a los franceses en la conquista de Orleans y en la expulsión de los ingleses. La niña aquella se llamaba Juana de Arco y terminó en la hoguera. La hicieron santa un montón de siglos después y, ahora, es la patrona de Francia. María Casado (Macarena García) no apadrina nada, ni tampoco guía a las milicias. Tiene poco de santa, aunque habla con Dios. Bueno, hablar, hablar, lo que se dice hablar... María Casado recibe "La Llamada" de Dios una noche antes de una fiesta electrolatina. El mismo Dios baja del cielo por una escalera de Jacob, micrófono en mano interpretando "I will always love you", el tema central de "El guardaespaldas", la película aquella de Kevin Costner y Whitney Houston cuando Kevin Costner y Whitney Houston eran Kevin Costner y Whitney Houston. Y con todo esto -normal- María está inquieta. Las experiencias místicas no son muy habituales (digan lo que digan). "La Llamada" cuenta esta inquietud y se carcajea de ella, en plan Jardiel Poncela en "La tournée de Dios" o en plan J.L. Martín y "¡Dios mío!", el de "El jueves".

Los dos autores crearon un musical prodigioso que transforma las canciones de la cantante norteamericana en una colección de versos místicos. Y es que el amor carnal y el amor divino en poco difieren. "El cantar de los cantares" lo prueba. Y también "Llama de amor viva". Con el espectáculo de Javier Ambrossi y Javier Calvo (directores y dramaturgos y actores y todo lo demás) se rindió el sábado el público del Niemeyer. Los que no fueron, se lo perdieron. Lo lamentarán. "La Llamada" es un montaje con pinta de comedia ligera, pero con una profundidad deliciosa, religiosa, amorosa. Y libertaria. Sobre todo libertaria. Queremos más llamadas.

"Tú, mi querido tú. / Recuerdos buenos y malos, / Eso es todo lo que me llevo. / Por lo tanto, adiós. / Por favor, no llores, /ambos sabemos que yo no soy lo que tú / necesitas". Esto es, más o menos, lo que dice el estribillo de la primera canción de la Houston, la más famosa de todas, la versión de Dolly Parton. San Juan de la Cruz, unos siglos atrás, escribió: "¡Oh llama de amor viva / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro! / Pues ya no eres esquiva /acaba ya si quieres, / ¡rompe la tela de este dulce encuentro!" O sea, lo que veníamos diciendo de los amores extraños.

Pero "La Llamada" es también un espectáculo dirigido con maestría por dos actores llamados a otras altas misiones. Los dos colocan a sus personajes en un campamento cristiano en medio de Segovia, un verano de crisis y devoción. Ver a Macarena García y a Anna Castillo (Susana Romero) discutir en la litera enternece a los espectadores. Pero también escuchar a Belén Cuesta (Milagros) cantar por "Presuntos implicados". Dios está en todas partes, también entre pucheros. Y si Dios es Richard Collins-Moore, pues que venga Dios y lo vea. Porque Collins-Moore canta como Dios y se ríe como Dios y desciende la escalera de Jacob como si fuera un vicetiple toda divina. Y todos, dirigidos, por una monja-alférez de esas de corazón que no le cabe en el pecho. O sea, que "La Llamada" es es uno de los espectáculos del momento. Búsquenlo. Ya pasó por Madrid, por el off del teatro Lara, por el escenario grande del emblemático odeón madrileño, el mismo del que salió Miguel del Arco, cuando "La función por hacer", antes de "El Misántropo"... La función de antes de anoche fue un placer: los espectadores no abandonaron la sonrisa, ni tampoco las actrices, sobremanera cuando Belén Cuesta se quedó con el palo del recogedor en la mano. Estábamos alegres, como la canción de sor Bernarda.

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