La dramática y angustiosa asistencia sanitaria prestada en plena calle a la niña Daira Yael Staynneker Lemos fue ayer el tema principal de conversación en Avilés y uno de los más animados del día en todas las redes sociales. La salvadora intervención de dos vagabundos extoxicómanos, Javier Pérez Alonso y Carlos Conde Isoba, sirvió además para avivar un debate de connotaciones éticas que giró en torno a dos asuntos: hasta qué punto la sociedad tiene estigmatizados a los colectivos marginales y cuán dados somos a prejuzgar a las personas por sus apariencias físicas.

La gran mayoría de los participantes en los hilos abiertos a raíz de la noticia que publicó la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA coincidió en subrayar el "gran corazón" o la "humanidad" que se desprende del gesto que tuvieron los dos vagabundos, a quien precisamente por su condición marginal -y como ellos mismos corroboran- mucha gente mira a diario con desprecio, temor o indiferencia. Hubo muchos comentarios cuyos autores se congratulan de que gestos como el de Javier Pérez Alonso y Carlos Conde Isoba "devuelven la fe en la bondad del ser humano". Una internauta colgó en el muro de Facebook de lne.es una frase de lo más elocuente: "¡Ole, ole y ole por esos héroes... La buena gente existe!".

No faltó quien se hizo eco en las redes sociales de la actitud de algún testigo de la acción salvadora de los vagabundos que reparó en voz alta en sus "malas pintas". Esta confirmación fehaciente de que la sociedad tiende a criminalizar a los marginales sólo por el hecho de serlo mereció un amplia reprobación. Los protagonistas de la noticia, ajenos a esta vorágine de comentarios, decían estar atónitos por el despliegue informativo en torno a su persona y trataban de seguir con su vida cotidiana, consistente en sobrevivir.