"Pese a nuestras diferencias, con nuestras virtudes y defectos, todos somos personas y merecemos un respeto. Por eso y porque lo que hicieron estos chicos que al parecer son vagabundos y tuvieron en su día problemas con las drogas debiera servirnos de ejemplo a todos, quiero darles las gracias de todo corazón". Así se manifestó ayer Pablo Reyero Castiñeira, el padre adoptivo de la avilesina Daira Yael Staynneker Lemos, la niña de nueve años que el pasado domingo por la tarde sufrió una parada cardiaca en su casa y recibió los primeros y vitales auxilios en la calle de manos de dos extoxicómanos que estaban esperando a la puerta del albergue de transeúntes de Avilés para solicitar cama donde pasar la noche.

La voluntariosa intervención de los dos hombres, uno de los cuales -Javier Pérez Alonso- se había formado de joven como ATS, fue decisiva para mantener viva a la niña hasta que llegaron refuerzos médicos. No obstante, la salud de la menor empeora por momentos debido a que el paro cardiaco del que fue víctima le ha dejado lesiones irreversibles. Los médicos han explicado a la familia que las próximas horas serán "críticas" para la vida de la pequeña.

Esos "ángeles de la guarda", como ya son conocidos en Avilés, son el ovetense Javier Pérez Alonso, de 41 años, -al que anteayer pudo localizar este diario- y el langreano Carlos Conde Isoba, de 44 años, cuya intervención en el suceso pasó desapercibida en un primer momento pese a que fue la persona que hizo el boca a boca a la pequeña infartada mientras su amigo le practicaba masajes de reanimación cardiopulmonar. Una tercera persona, un profesional sanitario vecino de la calle La Estación, la misma donde vive la familia de la niña, también ayudó a prestar los primeros auxilios a Daira Yael.

Con la posterior llegada al lugar de la UVI móvil de guardia, los cuidados de la pequeña quedaron en manos de los profesionales sanitarios de Ambulancias de Asturias, que monitorizaron a la niña, la intubaron, completaron las técnicas de reanimación que habían iniciado los viandantes y acabaron logrando estabilizarla para luego llevarla al hospital. Lo delicado del estado de salud de la menor aconsejó su traslado al Hospital Central de Asturias, donde fue ingresada en la UVI con respiración asistida.

El padre de Daira Yael, camarero de profesión, explicó a primera hora de la mañana de ayer que la niña había pasado "buena noche" y que su salud era "estable dentro de la gravedad". Por su parte, la madre de la menor, Silvina Alejandra Lemos, que fue víctima de un ataque de nervios por la tensión que vivió el domingo al ver a su hija moribunda no quiere separarse ni un minuto de la pequeña y según su marido "está hecha polvo". En el transcurso de esa conversación matinal con este diario, Pablo Reyero manifestó su deseo de conocer a las personas que salvaron en primera instancia a su hija y la cuestión se concretó en una cita celebrada a las dos de la tarde en el mismo lugar donde Javier Pérez Alonso y Carlos Conde Isoba habían dado muestras de su enorme humanidad el domingo: a las puertas del albergue de transeúntes de la ciudad.

Emotivo encuentro

Pablo Reyero llegó acompañado por la cuidadora de su hija, se fundió en un emotivo abrazo con los vagabundos y les agradeció "de todo corazón" el hermoso gesto del que fueron protagonistas. Éstos quitaron hierro al asunto y se mostraron interesados más que nada por el estado de salud de la pequeña. La esperanza que alentaba en ese momento Pablo Reyero se desmoronó a los pocos minutos, cuando su teléfono vibró anunciando la llegada de un mensaje: "La doctora dice que está en muerte cerebral y que habrá que esperar a ver su evolución en las próximas horas, pero que si sale adelante quedará en estado vegetativo".

Semejante comunicación dejó helados a todos los presentes, que prorrumpieron en sollozos y lamentos. Desconsolado y lloroso, Pablo Reyero protagonizó entonces una tierna escena mientras compartía un cigarrillo con los recién conocidos y les hacía partícipes de la lucha titánica que protagoniza su hija por vivir desde el mismo día que nació. "A pesar de la grave enfermedad que padece, Daira es una niña que se aferra a la vida con gran fuerza y que transmite esas ganas de vivir", aseguró.

Javier Pérez: "Ojalá en mi casa vean ahora que no soy tan inútil como ellos me decían"

"Nuestra hija es una niña con una salud muy delicada porque nació con una enfermedad degenerativa llamada trisomía 9P y esa dolencia, de la que apenas se sabe nada, le ha marcado desde siempre. Es una enfermedad tan rara que sólo se tiene conocimiento de dos casos en el mundo y uno de ellos es nuestra hija", explicó el afligido padre. Esta enfermedad, debida a una alteración en el número de cromosomas causa malformaciones de diversos órganos del cuerpo (incluido el corazón), retraso mental y acorta sustancialmente la esperanza de vida de quienes la padecen.

"Yo sé por experiencia propia lo que es sentir el rechazo social; lo noto cuando salimos con Daira a la calle y la gente nos mira raro porque nuestra hija va en silla de ruedas y es diferente a otros niños. Por eso creo entender muy bien cómo se deben sentir Javier y Carlos cuando los miran mal por su condición de vagabundos; y por todo esto quiero aprovechar lo ocurrido y el gran gesto que tuvieron con mi hija para llamar la atención sobre la necesidad de que nos respetemos unos a otros más allá de las apariencias", manifestó Pablo Reyero.

Semejantes palabras emocionaron a Javier Pérez Alonso y Carlos Conde Isoba, que se identifican, efectivamente, con las sensaciones de las que les habló ayer el padre de Daira durante su breve pero intenso encuentro. Previamente, en conversación con LA NUEVA ESPAÑA los dos extoxicómanos habían descrito sus vidas en términos parecidos: un desastroso contacto juvenil con las drogas (ambos fueron politoxicómanos), una fractura familiar irreversible, uno o más ingresos en prisión y, finalmente, la calle como escuela. "La calle enseña mucho, para bien y para mal", apunta Pérez Alonso, quien asegura que no es la primera vez que tiene que echar mano de sus conocimientos sanitarios para ayudar a gente en apuros, casi siempre indigentes o drogadictos

Carlos Conde Isoba, superviviente de los tiempos en los que el "caballo" (heroína) arruinó la vida de decenas de jóvenes de las Cuencas lleva 30 de los 44 años que tiene viviendo al raso. Cobra una pequeña pensión y con eso va tirando; dice que no hace planes para mañana pero tiene pensado escaparse este año a las fiestas de San Fermín. Su amigo Javier Pérez no tiene ingresos, pero desde hace unas semanas viaja con una guitarra que toca ocasionalmente para "pasar la gorra". Ambos recorren Asturias sin rumbo predestinado; van a donde les llevan los trenes y suelen dormir y comer en establecientos benéficos, como el albergue de Avilés.

No esperan recompensa alguna por su acción providencial del domingo, al menos económica. Aseguran que sienten una gran satisfacción "por haber hecho algo bueno y provechoso" y Javier Pérez Alonso expresa un deseo: "Ojalá en mi casa se enteren de esto y vean que no soy tan inútil como me decían de joven".