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Las andanzas de un grupo de obreros emigrados a América del Norte en 1903

Una huella anarquista asturiana en Virginia

El catedrático James D. Fernandez y el cineasta Luis Argeo descubren y sacan a la luz uno de los primeros artículos sobre la colonia de Castrillón en Estados Unidos, publicado en 1916

Una romería asturiana montada por los emigrantes castrillonenses en Virginia Occidental a comienzos de siglo.

La Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM) se quedó sin operarios cuando fracasaron las huelgas obreras del año 1903. Las represalias posteriores fueron causa principal de la emigración de buena parte de los trabajadores que participaron en aquellas movilizaciones que incendiaron la vida natural de Arnao hace más de una centuria. Los fundidores de cinc de Castrillón embarcaron en Bilbao con destino a Liverpool y Nueva York y allá, en Estados Unidos, comenzaron nuevas vidas. El periodista Alfonso de Castilla publicó el 24 de febrero de 1916 uno de los primeros reportajes periodísticos sobre la presencia en Norteamérica de trabajadores asturianos en busca de progreso. El catedrático James D. Fernandez y el cineasta Luis Argeo lo han recuperado hoy sumándolo al proyecto "Ni frailes, ni conquistadores: Spanish Immigrants in the United States".

Los asturianos emigrados conformaron en el condado de Harrison, al norte del estado West Virginia, una colonia de asturianos especializados en la producción de cinc metal. La mayor parte de estos trabajadores procedía del concejo de Castrillón, aunque también los hubo que salieron de Avilés y de otros municipios de la comarca, entonces, en una naciente emergencia industrial.

James D. Fernandez y Luis Argeo trabajan conjuntamente en la historia de los españoles en Estados Unidos. La historiografía más acomodada pasó de largo por las huellas que dejaron en Estados Unidos acudiendo a la dificultad de comunicación en un país angloparlante. Sin embargo, tanto el catedrático de la Universidad de Nueva York como el autor de "AsturianUS" han descubierto huellas de asturianos al pie de los Apalaches y de andaluces en el sur de West Virginia o en el archipiélago de Hawai."Pretendemos conformar el mayor archivo 'on line' sobre la emigración de españoles a Estados Unidos. Recogemos testimonios de herederos de los primeros emigrantes, recopilamos fotografías, información...", explica Argeo. Fruto de esta intención imperecedera ha sido la reedición del artículo de Alfonso de Castilla titulado "Los españoles en West Virginia. Descubrimiento de 3.000 compatriotas. Un foco de anarquismo, sin cónsul, sin maestro y sin sacerdote", un documento pionero que deja constancia de la presencia de una comunidad de asturianos exiliados en el otro lado del mundo.

Alfonso de Castilla -probablemente, un pseudónimo- cuenta en su artículo cómo conoció a los obreros españoles que empleaba, principalmente, la empresa Grasselli, en el condado de Harrison. La factoría metalúrgica fue la que reclamó personal especializado "con la idea de que, lejos de casa, tardasen en organizarse contra la explotación ejercida contra ellos", señala Fernandez. El reportaje de Castilla -una joya del Nuevo Periodismo, pese a ser de 1916- se publicó en español en las páginas del semanal "Las Novedades: España y los pueblos Hispano-americanos", un producto de la empresa J.G. García & Co. entre los años 1876 y 1918.

Castilla comienza con una nota misteriosa: "... en Clarksburg, el jueves, a las diez. Le espero en el hotel The Waldo. He de presentarle al barbero..." Allí se presentó el periodista porque un ácrata le quería explicar unas cuantas cosas. "Se me acercó seguro de no equivocarse, y en castellano, con ligero acento astur", se descubrió ante el periodista. Le pidió que le acompañara a Grasselli, la "company town" creada por la fábrica para dar cobertura a sus trabajadores en nómina, una suerte de poblado de Bustiello, en Mieres, pero con un océano de por medio y sin urbanizar. "En Clarksburg no conviene que nos vean juntos", le dijo el ácrata "astur" que le iba a descubrir al periodista pionero quiénes eran los que trabajaban para la metalúrgica estadounidense.

El misterioso asturiano le cuenta que los españoles de Grasselli sólo leen la revista "La Cultura Obrera", que se publicaba por entonces en Nueva York, un libelo ácrata que acomodaba el pensamiento de sus lectores. "Según se desprende de sus palabras, la semilla está dando su fruto", observa Castilla. El periodista acompaña al misterioso asturiano y le pregunta cuántos españoles más hay en Grasselli: "Unos tres mil: la mayoría asturianos", le aclara. Casi todos salidos de la comarca de Avilés. Clarksburg es la capital del condado de Harrison, a unas pocas millas de aquella localidad estaba Grasselli. El misterioso asturiano le cuenta a Castilla que son 9.000 los vecinos de Clarksburg. Le explica que "en sus alrededores funcionan numerosas fundiciones de zinc y fábricas de hojalata, cristal, loza, carbones para la luz eléctrica..."

Castilla y el misterioso asturiano hablan con el barbero de Grasselli, que era catalán y el líder de la comunidad. El barbero le explica a Castilla cómo funciona todo y confiesa que "cuando subió el precio del zinc, la fábrica de Meadowbrook aumentó, sin que nadie lo pidiera, todos los jornales". Y, ante esto, Castilla se pregunta por qué los obreros se quejan. "Si los pobres no gritamos de cuando en cuando, ¿qué harían los ricos por nosotros?", le responde el barbero.

El periodista recoge una queja de los españoles metalúrgicos: "España no tiene la menor noticia de que existimos aquí", le explica el barbero catalán. "De aquí que algunos de nosotros haya preferido la ciudadanía norteamericana". El barbero también reclama un servicio de giros postales con dirección a la península Ibérica. "Nuestros ahorros, que deberían ir a España, ¡se quedan aquí!", se lamenta el barbero. Castilla sigue tomando nota y el misterioso asturiano le explica: "...los españoles somos sobrios, trabajadores y hasta respetuosos con las leyes". Pese a ello, Castilla ha descubierto que son muchos anarquistas con los que se encuentra en Harrison y que el misterioso asturiano no comulga con ruedas libertarias. "¿Por qué no influye cerca de sus compatriotas para que vuelvan por el buen camino?", le pregunta Castilla al misterioso asturiano, que quiere dejar el anarquismo. "... a ver si usted consigue que alguien venga a ilustrarnos, a despertar nuestra conciencia y nuestro entendimiento". Castilla se lamenta de la realidad reconocida y concluye su artículo con una verdad impepinable: "España tiene en Nortemérica más de setenta mil compatriotas abandonados, perdidos". Era 1916 y echaba a andar la historia de la búsqueda del progreso perdido con las huelgas.

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