Los nubarrones negros que cubrían ayer a las dos de la tarde la factoría de aluminio de Alcoa en Avilés -en la imagen- eran la alegoría meteorológica del estado de ánimo de los trabajadores de la planta, ya informados a esa hora de que el futuro de la fábrica pende de un hilo. Malhumorados y con pocas ganas de hablar de la amenaza que acecha sus puestos de trabajo, los empleados del turno de mañana se fueron para casa con la angustria dibujada en el rostro. "Cualquier día pegan el machetazo y se acabó todo", masculló entre dientes uno de los pocos obreros que se detuvo a hablar con la prensa.