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Una enfermedad que ya afecta al 3% de la población europea

El calvario de ser electrohipersensible

Manuel Ángel Viña, de 39 años, padece dolor de cabeza, pitido constante en los oídos, fatiga y dificultad de concentración por la exposición a las radiaciones electromagnéticas

Viña, descalzo, en la playa de Arnao. MARA VILLAMUZA

"Mi vida es un calvario". Manuel Ángel Viña comenzó a tener pitidos en los oídos hace dos años. Luego vinieron los dolores de cabeza, la visión borrosa, la fatiga, los problemas de concentración, la incertidumbre de qué era lo que le estaba pasando. Hasta que, hace pocos meses, encontró a un médico que hizo el diagnóstico: electrosensibilidad. Una enfermedad bastante desconocida pero que, sin embargo, afecta a entre el 3 y el 5 por ciento de la población europea, según estudios recientes. Este avilesino tuvo que ir hasta Barcelona para conocer su dolencia, de la mano del médico de Barnaclinic Joaquín Fernández Solá, que dirige una unidad especializada en este tipo de enfermedades ambientales. Ahora, al menos, sabe lo que tiene, aunque el sufrimiento es continuo: "No hay días buenos. Hay días malos o muy malos".

Las personas que padecen este tipo de enfermedad son sensibles a la proximidad de aparatos eléctricos, transformadores, antenas de telefonía móvil y otras fuentes de radiación. Viña ha tenido que aprender a evitar, en lo posible, este tipo de contaminación. Ya no tiene móvil. Sacó el despertador de la habitación. Desconectó el wifi en su casa y apenas puede utilizar el ordenador cinco minutos seguidos. Con la ayuda de un medidor de ondas electromagnéticas discrimina los sitios que tiene que evitar. "Al menos ahora sé cuál es mi problema y puedo reducir la sobreexposición".

El informe que firma Fernández Solá afirma que los síntomas de cefalea, acúferos (pitidos constantes en los oídos) y fatiga que sufre Viña son causados por una "clara sobreexposición a radiaciones electromagnéticas" en el puesto de trabajo. Y receta que es "imprescindible evitar radiaciones en el trabajo y en el domicilio". Se da la circunstancia de que el paciente fue durante siete años -y hasta su reciente baja- vigilante de seguridad, en contacto permanente con pantallas de televisión cercanas, emisores y abundantes líneas eléctricas y electromagnéticas. "Los síntomas fueron aumentando hasta llegar a un extremo que mi cuerpo no soporta el exceso de contaminación electromagnética. Al centro de trabajo no puedo ni acercarme", relata Manuel Ángel Viña.

El avilesino se siente dolido por sentir en sus carnes que los intereses económicos están por encima de la salud de las personas. "Hay muchas antenas de telecomunicaciones ilegales, sin ningún tipo de control sobre ellas. Muchas de ellas ni siquiera están registradas en el Ayuntamiento. No entiendo que se puedan saltar todas las normas". Viña subraya que la contaminación electromagnética, aunque no se ve, se siente, y también se puede medir. Y que si en su caso derivó en este tipo de enfermedad, en otros casos acaba convertido en cáncer o leucemia.

España es, precisamente, uno de los países más permisivos con este tipo de contaminación. Y el afán de llenar de wifi todo tipo de instalaciones contrasta con el empeño de países como Inglaterra, Francia y Suecia, que ya lo están retirando de escuelas, bibliotecas y lugares públicos. "La sobreexposición en España es una auténtica barbaridad, comparada por ejemplo con países como Suecia", afirma Viña.

Y es que este avilesino de 39 años se ha convertido en un auténtico experto en la electrosensibilidad. "¿Qué remedio me queda?", pregunta. Lo que él pretende es que su experiencia sea una voz de alerta, para que las autoridades y las familias sean mucho más cautas y conscientes con todo tipo de radiaciones eléctricas y electromagnéticas. Y también poder asesorar a quien lo necesite. Por eso deja su dirección de correo electrónico, para quien quiera contactar con él: duke690sm@gmail.com. "Los niños son los más perjudicados, absorben más esta radiación que los adultos, y a medio plazo pueden tener serios problemas", advierte.

Ahora su refugio es su casa, con las persianas medio bajadas, donde ya consiguió una atmósfera limpia de este tipo de contaminación. Y la playa o en campo abierto, donde no haya antenas ni cables de alta tensión. Frecuentemente va a Arnao, y camina descalzo sobre la arena. "Este problema es nuevo, está empezando ahora a surgir, pero con el tiempo nos daremos cuenta de que es muy serio", asegura Viña. Y compara: "Es como el amianto. De críos jugábamos con él y ahora si hay que quitarlo es obligatorio protegerse con máscara y guantes". Eso mismo, augura, es lo que ocurrirá con las ondas eléctricas y electromagnéticas. Pero mientras llegue ese momento, él sufrirá viendo la indiferencia y clamará por un mayor cumplimiento de las normativas.

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