Los acontecimientos vividos esta semana en el grupo textil avilesino Los Telares, aparte de sumir en el marasmo a la empresa, han servido para quitar las vendas de los ojos a los pocos trabajadores que aún creían en una salvación milagrosa en forma de inyección económica o revitalización comercial de la compañía que fundó Julián Rus en 1976. Nada más lejos de la realidad; los empleados se han convencido de algo que parece evidente desde que la sociedad CIB 714 -detrás de la cual está el ciudadano pakistaní con nacionalidad británica Zahid Ali Hussain Kasim- tomó el control de la firma avilesina: el nuevo gestor opera como un fondo buitre y está dejando Los Telares en los huesos. De cumplirse el peor de los pronósticos y conforme a la habitual operativa del oportunismo mercantil que caracteriza a esos "carroñeros de las finanzas", el último paso de este proceso sería abandonar a su suerte a la compañía una vez quede patrimonial y económicamente exhausta.

La cronología de los hechos da pleno fundamento a los temores de la plantilla. La empresa que ahora gobierna Los Telares, CIB 714, se hizo con el control de la firma textil -que llevaba meses peleando para evitar la quiebra- en diciembre de 2014 sin necesidad de hacer desembolso alguno y previa constitución en septiembre de ese mismo año con un capital social de 3.000 euros, el mínimo que establece la legislación española para constituir una sociedad limitada.

Zahid Ali Hussain Kasim, con antecedentes poco alentadores en la liquidación de dos empresas españolas en problemas, la vallisoletana Metales Extruidos y la navarra Inasa Foil (antigua Reynolds), figura como administrador de CIB 714 Investment desde el pasado 21 de enero y pese a los compromisos suscritos en el momento de asumir el control de Los Telares -mantener la actividad fabril y comercial, así como los 600 empleos- ninguno de sus movimientos posteriores apunta en esa dirección: inversión nula, congelación de relaciones con la antigua dirección de la empresa, impagos varios, cierres de tiendas y el anuncio de dos expedientes de regulación de empleo (ERE), uno que no llegó a materializarse y otro, el comunicado este viernes, que no concreta el número de personas a despedir.

Fuentes conocedoras de los entresijos financieros de Los Telares han echado cuentas del rumbo económico del grupo textil en los últimos seis meses, los que han transcurrido desde que Zahid Ali Hussain Kasim tomó el control, y sus conclusiones son preocupantes: se ha generado una deuda de más de un millón de euros sólo en impagos de rentas (en algunos casos saldados con el desahucio de la firma de los locales alquilados, como ocurrió en Parque Principado), el gasto realizado en compra de mercancía por parte de CIB 714 a través de la sociedad instrumental Appaloosa Investments S. L. (que facturó a Los Telares por valor de 1,9 millones de euros) ya ha sido recuperado con creces y, además, los gestores se han embolsado no menos de 240.000 euros (gastos de viajes y de representación aparte) por sus honorarios.

Mientras los bolsillos de los gestores se hinchan con los exiguos ingresos que generan las tiendas de Los Telares que aún permanecen abiertas, aunque con las estanterías cada vez más vacías, los trabajadores siguen sin cobrar tres pagas extras y la mayor parte de la nómina de abril; respecto a los salarios de mayo, casi nadie duda de que tampoco serán abonados. Y no faltan sospechas de que los administradores puedan estar descapitalizando el grupo o, incluso, incurriendo en alzamiento de bienes. No sería nada extraño, pues cualquier buitre financiero que se precie es lo que haría: sacar los últimos jirones aprovechables de carne del cadáver antes de abandonar la presa.

Si la deriva económica es mala, el talante de los nuevos administradores aún se antoja peor. La interlocución con los trabajadores es casi nula, al exdirector comercial, Víctor Álvarez León, le despidieron por su presunto apoyo a los trabajadores que secundaron un día de huelga y al fundador del grupo, Julián Rus, le trataron como si fuera un indeseable el pasado jueves, cuando trató de acceder al despacho que tiene en la sede de la compañía para recoger algunas pertenencias. A día de hoy, Rus no puede pisar esas dependencias dado que su nombre no está en la lista que manejan los vigilantes contratados para regular el paso de personas a las instalaciones.

La indignidad de lo que está pasando en Los Telares sin que nadie con autoridad mueve un dedo retrata, a juicio de los estupefactos empleados, el tipo de calaña que gastan los nuevos administradores y la "barra libre" existente en España para perpetrar acciones como la que tiene a Los Telares contra las cuerdas. Los trabajadores aún en activo se debaten entre la rabia y la impotencia: van a trabajar -aunque se pasan el día de brazos cruzados- porque en caso contrario podrían ser sancionados o dar la excusa perfecta para un cierre patronal, pero saben que muy probablemente no verán un céntimo del salario y algunos empiezan a tener serios problemas de orden doméstico por la falta de cobro de las nóminas. "Esto es una agonía insufrible; por Dios, que acabe pronto", rogaba hace unos días una mujer identificada como trabajadora de Los Telares en uno de los foros sociales donde los empleados intercambian noticias y consignas.