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NELLY FERNÁNDEZ ARIAS | Exsenadora del PSOE, deja la presidencia de la Cruz Roja de Avilés

"El gran mal de estos tiempos es el paro; sin trabajo, la gente se hunde"

"La actual pobreza es más cruel y estigmatizadora que la vivida en la posguerra; entonces todos éramos prácticamente igual de pobres"

Nelly Fernández Arias, durante la entrevista. RICARDO SOLÍS

Nelly Fernández Arias (Pravia, 1932) cierra otro capítulo de su intensa vida. A la condición de exconcejala de Avilés, exdiputada provincial y exsenadora socialista suma ahora la de expresidenta de la asamblea de la Cruz Roja de Avilés, un puesto que desempeñó durante doce años y que pasa a manos de Belarmino Martínez, uno de sus más estrechos colaboradores. Cesan las funciones y se aparcan los cargos, pero lo que permanece inmutable en esta mujer de tremenda vitalidad y verbo fácil es su republicanismo confeso, su acusado sentido de la injusticia social y su militancia socialista. "Me preguntan muchas veces que cómo me metí en política y siempre respondo lo mismo: nací en ella".

-Y no dice usted mentira, le parieron en una familia donde la política estaba muy arraigada, ¿verdad?

-Mi abuelo Fernando Arias Arias era consejero municipal en el Ayuntamiento de Avilés. Las personas que, como él, formaban parte de los gobiernos locales republicanos fueron los primeros objetivos del bando "nacional". Por eso mi abuelo insistió en que mi abuela, Honora García Olamendi; mi madre, Honorina Arias García, una tía, yo misma y dos hermanos marchásemos del país en tanto se pacificaba la situación. Quería quitarse de encima el peso de nuestro destino. En cuanto a los varones, cuatro de mis tíos lucharon en diversos frentes mientras que mi padre y mi abuelo quedaron en Avilés; los dos últimos fueron asesinados previo apresamiento y torturas. Con mi abuelo se ensañaron especialmente; estuvo en la Quinta Pedregal y del primer golpe que le dieron cuando lo metieron ahí le sacaron los ojos de las órbitas.

-¿Y cuál fue su propia suerte?

-Salimos de Avilés el 9 de septiembre de 1937 en un barco inglés y fuimos hostigados durante tres días por el "Cervera", logrando llegar de milagro a Burdeos, desde donde nos trasladaron a Cataluña. Volvimos a huir a Francia por Perpiñán y allí viví cuatro años.

-Duras vivencias para una niña.

-Durante muchos años lloré todas las noches porque se me venían a la cabeza imágenes terribles de la guerra y recuerdos muy dolorosos. ¿Sabe cuando dejé de vivir con esa pesadilla? Cuando eché novio, el que luego fue mi marido; se ve que pasé a tener la cabeza más ocupada con otras cosas.

-Pero quedó el poso y ahí fructificó la mujer de profundo convencimiento socialista que floreció en la democracia. ¿No anidó el rencor o el odio en su corazón?

-Jamás. Mi madre no nos inculcó ese sentimiento, pero sí que nos hizo ver que vivíamos en un régimen injusto y que había que luchar por cambiarlo. Yo hice lo que pude y durante la dictadura me integré en el movimiento que constituyó la agrupación socialista avilesina. Luego fui concejala, diputada... En fin, esa parte de la película es bien conocida.

-¿Se puede vivir con esa rabia dentro?

-No me tengo por una persona sectaria y procuro llevarme bien con todo el mundo. Encontré en la política la herramienta para desarrollar mis inquietudes y luchar por las libertades de forma pacífica. Y ahí sigo.

-¿Cómo es su relación con la Iglesia? Se lo pregunto porque hace unos meses se montó cierta polémica a costa del reconocimiento que hizo de su persona una cofradía avilesina de Semana Santa.

-Soy creyente, cristiana y socialista. Es más, creo que para ser buen cristiano hay que ser socialista.

-No se vaya por las ramas. La polémica a la que aludo se debió a que ciertos miembros de la cofradía que le premió veían injustificado ese honor tratándose usted de una persona presuntamente proabortista

-¿Y qué sabrán esas personas lo que yo defiendo o dejo de defender? El aborto no es defendible. Dicho esto, lo que yo apoyo es la existencia de una ley que lo ampare porque entiendo que el aborto es una opción personal y las mujeres que por sus circunstancias deseen abortar deben tener a su disposición los medios para llevarlo a cabo con plenas garantías. Lo que pretenden los partidarios de desregular el aborto es hacerlo clandestino; y eso jamás lo apoyaré.

-Después de años haciendo política en la clandestinidad, un día muere Franco. ¿Qué sintió?

-Nos enteramos por la BBC. ¿Qué sentí? Pues miedo. Miedo a que el régimen se perpetuase y que las segundas partes aún fueran peores que la primera.

-Pero no fue así.

-Afortunadamente. Lo que se inició fue una etapa ilusionante de cambios y restitución de libertades en la que tuve el privilegio de participar.

-Hábleme de aquellos días, de aquel Avilés de la transición.

-Soñábamos con darle la vuelta a todo, aún siendo conscientes de que por delante había una tarea titánica. ¡Dios mío, había tanto que hacer! El PSOE logró gobernar gracias al apoyo del Partido Comunista -la UCD había sacado un concejal más que nosotros- y si algo es digno de destacar es que los franquistas que quedaban en las instituciones, caso de Ricardo Fernández, fueron muy razonables, entendieron el proceso que se había puesto en marcha y no fueron mayormente un obstáculo.

-Y alguien que vivió aquello, ¿cómo lleva el actual desprestigio de la actividad política?

-Mi decepción es tremenda. No hay derecho a que por culpa de cuatro, porque son cuatro, la política haya sido denigrada a los actuales niveles. Se insulta y se duda de los políticos de forma generalizada y eso es atroz, aparte de injusto. Y si hablamos de Avilés, permítame destacar que esta ciudad ha tenido mucha suerte con sus políticos; con todos, con los de mi partido y con los otros. Están fuera de toda duda.

-Resuma pues en una frase para qué debería servir la política.

-Mejor le voy a decir para lo que no tiene que servir: ni para llevarse mal con quienes piensan distinto ni para hacerse ricos.

-Y un buen día, ya retirada de la actividad política, se convierte en presidenta de la Cruz Roja. ¿La vinieron a buscar o picó usted en la puerta?

-Le confieso que no sabía nada de la organización. De aquella era socia de Cáritas y de Intermon -lo sigo siendo-, pero de la Cruz Roja, ni idea. Hubo un vacío de poder y me propusieron tomar las riendas debido, presumo, a mi paso por el Ayuntamiento y mi conocimiento del tejido social avilesino. Así fue.

-Y después de doce años, ¿qué se lleva de bagaje?

-Una idea mucho más exacta y completa de los complejos problemas sociales que existen en Avilés. La perspectiva que tienes de este asunto desde el Ayuntamiento es una, pero cuando estás en la Cruz Roja le miras a los ojos a la gente, te encuentras con los problemas cara a cara y con toda la crudeza. No es que la labor del Ayuntamiento sea deficiente; es que la Cruz Roja y otras organizaciones complementan el trabajo municipal. Y trabajar desde ese otro plano me permitió ver todos los matices del cuadro.

-¿Qué se ve actualmente en ese cuadro?

-Que el problema más grave, y con mucha diferencia, es el paro. Si la gente tiene algo, por mínimo que sea, para enfrentar la vida tira "p'alante". Pero cuando no tiene absolutamente nada a lo que cogerse la cuestión se torna dramática.

-La gravedad que trasciende de los análisis que realizan las organizaciones que trabajan con los más desfavorecidos es aterradora; hasta se habla de niños pasando hambre...

-Yo dudo que haya tantos niños famélicos como se dice, y lo dudo porque, afortunadamente, la sociedad no consiente eso. Las campañas de recogida de alimentos son un éxito rotundo. No, el hambre no es el principal de los problemas. Hay otras expresiones de la pobreza tanto o más dramáticas: la pobreza energética (no poder pagar la luz), la carencia de vivienda y la pobreza en sí misma, el hecho de no disponer de dinero para comprar ropa, libros para el colegio, lo que sea... Mire usted: en la posguerra todos éramos pobres y nadie se sentía indigno porque la comparativa con el resto era una línea plana. Ahora no; ahora una persona sin recursos, además del padecimiento intrínseco de ser pobre, ha de enfrentarse al estigma social de verse como una excepción, como un paria o marginado. ¿Me entiende? Y eso es muy cruel. Por eso, vuelvo a reiterar que el gran mal de estos tiempos es el paro; sin trabajo la gente se hunde irremisiblemente.

-Al menos, los gurús de la economía dicen que la economía está mejorando.

-¿Y de qué vale esa mejoría si sólo favorece a los ricos? ¿Va a ser más feliz el pobre porque otro señor tenga más dinero para especular en Bolsa? No se trata de que la economía mejore, sino de que esa supuesta mejoría se traslade a todos los estratos sociales. Y eso no está ocurriendo.

-¿Qué nota le pone a la solidaridad de los avilesinos?

-Un diez. Al empezar la crisis temimos perder socios porque era lógico que la cifra cayese. En efecto, así ocurrió, pero al poco tiempo comenzó a repuntar y ahora mismo tenemos más socios que hace cinco años. Lo mismo cuando se solicita ayuda extraordinaria por catástrofes como las de Haití o Nepal. Lo mismo cuando se hacen campañas de captación de voluntarios. Se lo aseguro: Avilés tiene un corazón de oro.

-Ha visto con sus ojos las maldades de la guerra y las bondades de la solidaridad, lo peor y lo mejor del ser humano. Dígame: ¿cree que el hombre es bueno o malo por naturaleza?

-Creo que hay más gente buena que mala y que éstos, los malos, son personas resentidas o con problemas.

-¿Y quién cree que ganará la partida en el gran ajedrez de la vida: los buenos o los malos?

-Al final ganarán los buenos, estoy firmemente convencida.

-Entonces, qué hay de ese refrán que dice "piensa mal y acertarás..."

-¿Conoce usted ese otro que dice "piensa bien y dormirás tranquilo"?

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